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Revierten el retraso cognitivo de chicos pobres

4.5.04

La pobreza afecta seriamente el desarrollo mental infantil. Esa es la mala noticia. Pero hay una buena: esos mismos chicos -con un programa de estimulación adecuado- pueden normalizar rápidamente su desempeño cognitivo.

Tras casi dos años de trabajo, el equipo de investigadores de la Unidad de Neurobiología Aplicada del Centro de Educación Médica e Investigación Clínica Noberto Quirno (Cemic), encabezado por el doctor Jorge Colombo, mostró que si se expone a chicos de entre 3 y 5 años provenientes de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI) a pruebas que demandan la resolución de problemas, éstos no sólo mejoran notablemente su desempeño, sino que alcanzan y, a veces, superan los de familias con necesidades básicas satisfechas (NBS) sin entrenamiento.

En un país con más de un millón y medio de menores de 15 años bajo la línea de indigencia, estos hallazgos adquieren una extraordinaria trascendencia. El mismo grupo había demostrado que los chicos de NBI lograban desempeños significativamente menores que los de NBS en pruebas que demandan el mismo tipo de mecanismos cognitivos e involucran procesos de atención, inhibición y planificación.

"Este proyecto lleva ya varios años -explica Colombo-. Primero realizamos un diagnóstico. A partir de eso, tomamos conciencia de que había que instrumentar una intervención."

Los chicos que provienen de hogares pobres o marginales inician su vida con un gran handicap. Aquellos con un bajo cociente intelectual son también los que registran un nivel mayor de deserción escolar.

En el estudio precedente de este grupo, los niños del grupo NBI obtuvieron cocientes de ejecución significativamente más bajos que los del grupo NBS. Es más, el 45% de los chicos de hogares pobres no alcanzó a superar puntajes superiores a 80, el nivel mínimo aceptado como desempeño normal para este tipo de pruebas. En el grupo NBS, esto sólo ocurrió en el 9% de los chicos.

El valor de la estimulación

El Programa de Intervención Escolar en chicos de hogares NBI de escuelas de la ciudad de Buenos Aires, patrocinado por las fundaciones Bunge y Born y Conectar, y por Unicef Argentina, estudió el impacto de exponer semanalmente a grupos de chicos de entre 3 y 5 años a pruebas que involucran circuitos nerviosos de la región prefrontal.

Son problemas especialmente diseñados que requieren planificación, memoria breve e inhibición de posibles respuestas incorrectas, todos procesos imprescindibles para un comportamiento inteligente (ver infografía). Está demostrado que los circuitos prefrontales participan en procesos cognitivos ejecutivos.

El estudio se hizo en escuelas de La Boca y Barracas, durante dos años. Se seleccionaron 189 chicos sanos, que no hubieran padecido trastornos durante su gestación o el parto. Todos recibieron suplementación con hierro y ácido fólico para evitar variaciones durante el desarrollo de la investigación.

Pero, además, se los dividió en dos grupos. Uno se tomó como "grupo control", y mantuvo un encuentro con los operadores para desarrollar una actividad que se consideraba "neutra", como dibujar. Otro recibió la estimulación semanal, con pruebas específicas.

"Los resultados indican que, a pesar de haberse implementado una intervención de baja intensidad (sólo una vez por semana), los desempeños son recuperables. Es más, en algunas de las pruebas los chicos de NBI incluso superan el desempeño de una población de chicos de hogares de NBS sin estimular", explica Colombo.

Otro resultado igualmente sugestivo es que todos los chicos mejoraron con respecto a los de NBI que nunca recibieron estimulación ni hierro, incluso los que no fueron expuestos a pruebas específicas.

"Esto muestra cuán delicada y plástica es la mente de los chicos. Tanto que la mera exposición al operador y a una tarea neutra produjo una mejoría en el desempeño -subraya Colombo-. Evidentemente, se trata de talentos que están supeditados a procesos cuyo desempeño ha sido mejorado a un nivel cuyo techo no conocemos. El estudio también revela la importancia de la relación que existe entre el número de chicos por cada maestro. Si algo queda en claro es que una relación más personalizada (lo ideal sería uno a uno, pero es impracticable) podría mejorar notablemente la calidad de la estimulación."

Según el investigador, estas evidencias respaldan la noción de que en algunos de estos procesos básicos pueden mejorarse con "entrenamiento", lo que abre enormes posibilidades.

En edad escolar
Claro que -dado que diversos estudios sugieren que los chicos que obtienen buenos puntajes en los tests de inteligencia ejecutiva también tienen buen rendimiento en la escuela- estos resultados permitirían preguntarse acerca de la conveniencia de implementar programas de estimulación no sólo para chicos en riesgo, sino para toda la población escolar.

Según el científico, la respuesta a este interrogante demandará varios años de estudios en chicos más grandes, aunque este tipo de pruebas pueden implementarse manualmente o por medio de computadoras. Es decir que habría que equipar las escuelas y entrenar recursos humanos.

"La intención de integrar estos conocimientos en la escuela existe -afirma el licenciado Lipina-. Pero para hacerlo se requiere una articulación pedagógica con las actividades en el aula. Lo que surge de todo esto es que el cerebro infantil tiene una gran plasticidad, incluso más allá de los dos años. Es decir que hay que hacer algo, porque hay niveles de recuperación. Pero se requieren más estudios, para lo que habrá que seguir trabajando en forma interdisciplinaria."

Y subraya Colombo: "No hay que olvidar que el desarrollo de un chico es multifactorial: no sólo depende de la escuela, sino del hogar, del nivel de educación de los padres -en especial de las madres-, del ambiente de salubridad que lo rodea".

El próximo paso, afirman los investigadores, será estudiar el efecto de una intervención más intensa (más frecuente) en el mismo tipo de fenómenos y necesidades, pero en poblaciones de edad escolar.

Por Nora Bär para LA NACION