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El Tea Party de Lilita

15.11.10


























































La estrategia de demolición de Carrió y el regreso de Blancanieves y los siete enanitos







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La muerte de Néstor Kirchner parece haber traído aparejados más problemas a la oposición que al Gobierno, a contramano de lo que varios destacados analistas presagiaban en los momentos posteriores al conocimiento de la noticia.
Aquellos opositores que contaban exclusivamente con su antikirchnerismo tuvieron que replantear su posicionamiento, mientras que aquellos que ostentaban un perfil que no abrevaba exclusivamente en el enfrentamiento con Kirchner, quedaron mejor parados.
El contexto cambió profundamente, y se hizo evidente que la opinión pública puso en perspectiva la actuación de Néstor Kirchner en la última década y revalorizó su gestión. Simultáneamente, se brindó un apoyo mayoritario a la presidenta Cristina Fernández quien, a pesar de todo su dolor, siguió con la misma energía de siempre al mando del Gobierno.
Paradójicamente, los que más atacaban la concepción schmittiana-kirchnerista del conflicto como esencia de la política fueron los más perjudicados por la de- saparición del ex presidente, ya que, al fin y al cabo, tenían el privilegio de haber sido elegidos, precisamente, como enemigos, y de esa victimización sacaban su rédito político.
Es bajo el signo de estos reacomodamientos como hay que entender la discusión acerca del presupuesto nacional, que ha cobrado notoriedad no por discutirse la “ley de leyes” sino porque se transformó en el ámbito elegido para operar ese diferenciamiento/reposicionamiento.
Es cierto que ya algunos comenzaban a reevaluar cuál iba a ser su actitud con respecto al Gobierno. Uno de los más tempraneros, quizás por estar ya ducho en el arte del reposicionamiento, fue Felipe Solá, preanunciando la crisis que afectaría al Peronismo Federal, cuando Carlos Reutemann anunció su alejamiento de ese espacio más virtual que otra cosa. Lo de Reutemann es notable: dado su estridente ausencia, cualquier gesto suyo, por pequeño que sea, desata la furia de los hermeneutas de la nada,  que pasan a interpretar “lo que en   realidad quiso hacer”.
Una de las versiones más creíbles es que el Lole está decidido a salir de boxes para asegurar (en un principio) el triunfo del peronismo en la provincia de Santa Fe. Otros, en cambio, consideran que una vez que se calce el buzo antiflama no se detendrá en una candidatura a la gobernación sino que seguirá acelerando, como cuando le indicaron desde su escudería que se conformara con un segundo puesto detrás del australiano Alan Jones, y lo pasó, escudándose luego en aquello de “no había visto los carteles”.
El resto de los integrantes del Peronismo Federal ha quedado como esas patrullas perdidas de soldados japoneses de la Segunda Guerra a las que se descubría, décadas después del fin del conflicto, fusil en mano, en medio de la selva, creyendo que la lucha continuaba. Así, Eduardo Duhalde sigue proclamando a los cuatro vientos que no bajará su candidatura presidencial para 2011.
Pero, como siempre, la bomba que buscó, más que el reacomodamiento, la demolición fue lanzada por Elisa Carrió -quién si no-, que en medio de la discusión del presupuesto nacional denunció, tal su costumbre, la existencia de un pacto espurio entre el kirchnerismo y el radicalismo. “Pacto de Olivos II”, así lo bautizó, concertado, primero, para lograr quórum y luego para obtener la aprobación en general del Presupuesto.
Como para acercar todas las metáforas antiperonistas y antirradicales, Lilita, con voz estentórea, afirmó que había corrido de nuevo “la Banelco”, pero esta vez la de Cristina, como para dejar bien claro que para ella -Carrió- no había tregua por duelo ni mucho menos. Y que, en lugar de llamarse al recato, en realidad había decidido duplicar, triplicar o multiplicar la apuesta las veces que fuera necesario, con tal de salir del pozo en las encuestas en el que había quedado los últimos meses.
A diferencia de Julio Cobos, quien quedó paralizado políticamente con la muerte de Kirchner, Carrió salió a despejar la cancha de tibios y a exasperar la consideración del kirchnerismo como anatema y eje del mal. Su ataque fue dirigido tanto a quienes -dado su postura y responsabilidad institucional- estimaban que no podían ni debían dejar al Gobierno sin presupuesto, como a quienes negociaban su apoyo a cambio de cuestiones de su estricta preocupación. Todos fueron puestos por Lilita bajo el manto de la duda, con lo cual otra vez se expuso como el más fiel y rutilante exponente del populismo antipolítico. Una especie de Tea Party pero con sólo algunos acólitos invitados, a los que no les importa en nada echar por la borda lo poco de credibilidad que le queda a las instituciones de la democracia argentina.
Si toda ley está abierta a la negociación con la Presidencia, más aún lo está el presupuesto nacional, el cual, y por algo la Constitución Nacional así lo establece, debe ser elaborado por el Poder Ejecutivo y ser aprobado por el Congreso. Es interesante aplicar la “prueba ácida” de la política que es preguntarse “quién se beneficia”, en este caso, con la no sanción del presupuesto.
Como todo el mundo sabía, el principal beneficiado con la no sanción del presupuesto para el año 2011 iba a ser el gobierno nacional. Si no hay presupuesto para este año quedan vigentes las partidas, instrumentos y estimaciones estipuladas del presente año. Y todos los especialistas consideran mucho más favorable para el Gobierno el presupuesto del 2010, por la subestimación de ingresos e inflación (lo que le permitiría disponer libremente, en 2011, de más de 50.000 millones de pesos en un año electoral) y por la existencia de superpoderes más amplios que los que figuran en el  proyecto que se está discutiendo.
Por otra parte, como lo repitió ad nauseam el jefe de la bancada kirchnerista, Agustín Rossi, ninguno de los congresos que precedieron a éste, negó al Poder Ejecutivo la aprobación de la herramienta presupuestaria. Y, ciertamente, bajo este contexto en el que, más que nunca, Cristina Fernández puede reclamar que no le pongan “palos en la rueda”, el costo de decir que no a la Presidenta pasaría también al debe de la oposición.
Con su denuncia, Elisa Carrió buscó alterar esa ecuación, pero no para rescatar a la oposición de la encrucijada en la que la ponía el kirchnerismo (de “aprobame lo que te mando, si no lo otro será mucho peor”), sino juntando a Gobierno y Oposición Responsable bajo el rótulo de una “concordancia” que no existe en los hechos, para intentar quedar ella como la Gran Opositora.
Por eso, se vio a Ricardo Alfonsín muy enojado, como nunca hasta ahora, en lo que seguramente entendió como una traición de aquella dirigente a la que defendió tantas veces en el pasado frente a sus correligionarios. Y es que, en realidad, la acción de Carrió busca afectar especialmente al radicalismo, y amenaza con generar una dispersión mucho mayor en el escenario político.
Por eso, las corporaciones mediáticas opositoras dieron una cobertura extensísima y muy intensa al discurso de Carrió, y también a las declaraciones de las diputadas, dos (2), que habían recibido llamados desde el Gobierno. Los medios opositores son los primeros interesados en una reacción destemplada de Cristina que la embarque en una guerra de la que, se esperanzan, no termine como con la ley de medios o el matrimonio igualitario, sino que replique los resultados del añorado conflicto con el C.A.M.P.O.
Hoy estamos viendo una foto y nada más que una foto. Pero si la película que viene es una seguidilla de tomas como las que se están observando a partir de la muerte de Kirchner, las próximas elecciones serán, seguramente, una reedición de las de 2007. O sea, de nuevo Blancanieves y los siete enanitos.
Por Luis Tonelli
    

El recuerdo de Néstor por Pepe Salvini

Pepe salvini, asesor y amigo del ex presidente, lo evocará en un homenaje de la oesterheld



 
Se conocieron en la escuela secundaria y compartieron experiencias desde muy jóvenes. Los primeros años de la militancia universitaria en La Plata, el gusto por los deportes y las peripecias de la campaña política en la Patagonia.
El Renault 12 de color rojo, propiedad de Néstor Kirchner, entonces candidato a gobernador de Santa Cruz, surcaba la ruta de Río Gallegos a El Calafate en plena nevada.
Lo manejaba Daniel Varizat. Los demás asientos estaban ocupados por Humberto “Tito” Quiñonez, José “Pepe” Salvini y el propio Kirchner. El viento en ese invierno de 1991 era tan fuerte, condición infaltable en la estepa patagónica, que arrastraba la nieve más blanda hacia las zonas bajas, donde se acumulaba formando una capa que seguía creciendo sobre el asfalto. La ruta quedaba cubierta de blanco, salvo por las huellas que dejaban los camiones. La nieve seguía golpeando sobre el parabrisas cuando el Renault llegó a lo alto de la loma.
El conductor, asustado, frenó. Unos metros más allá, en lo más bajo de la hondonada, se había amontonado tanta nieve que el asfalto apenas se adivinaba un metro abajo. Varizat, Quiñonez y Salvini se bajaron a ver si era posible pasar. Lo vieron más bien imposible. Entonces escucharon una acelerada. “Era Néstor, que se había quedado en el coche. Se mandó con todo. Nosotros nos tuvimos que abrir a un costado”, recuerda hoy Salvini, casi 20 años después.
El desenlace esperable de la  historia, con el vehículo que acelera ante la amenaza de la nieve, sería que el Renault cruzara sin problemas la hondonada. Que lo lograra, y a toda velocidad. Y la anécdota sumaría otro capítulo épico a la biografía de Kirchner, a su terca personalidad. Pero el Renault rojo no pasó. Quedó atascado. Las ruedas de adelante enterradas y las de atrás girando en el aire. Kirchner tenía que llegar rápido a El Calafate para el cierre de campaña.
Cuando sus colaboradores lo miraron, él se limitó a sonreír. “Con las pinzas sacamos dos tramos del guardrail de la ruta, movimos el auto a mano para que las cubiertas entraran en esos tramos de guardrail y lo usamos de trineo. Y así pudimos salir”, cuenta Salvini, compinche desde siempre, compañero de banco del ex presidente en el cuarto año bachiller del Colegio Nacional Nº 1 de Río Gallegos, bautizado República de Guatemala.
Salvini estuvo toda su vida adulta cerca de Néstor Kirchner. Desde que ambos cursaron el bachiller en la capital santacruceña –él era hijo de una familia que había llegado al Sur en los ’50, Néstor tenía cuatro generaciones en Santa Cruz–, Salvini lo acompañó en casi todos sus proyectos. Kirchner lo llamaba, obvio, “Pepe”. Compartieron vivencias de muy jóvenes, luego Pepe fue testigo del esfuerzo casi propio de testigo de Jehová por impulsar una candidatura nacional. “Lo que yo hice siempre con él fue la construcción política, como cuando empezamos a caminar el país, entre 1999 y 2000”, rememora. Hoy lunes, a las 21, Salvini será el centro de un homenaje a Néstor Kirchner organizado por La Oesterheld en el viejo y querido Torquato Tasso. Pepe contará experiencias y dará su testimonio como uno de los amigos y colaboradores más cercanos del ex presidente.
“Yo lo acompañé a todos lados”.  Para la foto posaban como un equipo de fútbol. En realidad conformaban un improvisado equipo de vóley. Eran los estudiantes santacruceños de la Universidad Nacional de La Plata que, tras un improvisado censo y descubrir que eran muchos, decidieron crear un centro de estudiantes propio y organizar actividades. Hacían peñas, bailes, eventos con las fechas importantes para la Patagonia. Y también convocaban a certámenes de fútbol, básquet y vóley con los estudiantes de las otras provincias del Sur. El desafío más picante, porque había conocidos de ambos lados, era con los estudiantes de Tierra del Fuego.
Salvini era una pieza indispensable si la competencia era al fútbol. Su habilidad como mediocampista lo hacía muy reclamado. Su talento con la redonda no pasaba desapercibido para Kirchner, quien durante mucho tiempo lo utilizó para decirle en la cara la misma chicana irónica: “Lo que pasa es que Pepe lo único que hace bien es jugar al fútbol”. Eso le enrostraba, con una mueca canchera.
Néstor prefería jugar abajo. Era defensor central, un puesto en el que hacía valer su altura. “Le gustaba jugar de defensor, pero también le gustaba pisar la pelota, hacer jugaditas. Con el lomo que tenía, y calzaba 45, ¿cómo no iba a jugar atrás? Él decía que jugaba bien”, recuerda su amigo entre risas. Aunque la pasión de Kirchner era el básquet. Se desempeñaba con tesón debajo del aro. Lo suyo era matarse como pivot.
La amistad había nacido en el secundario, al calor de las bromas, pero también de jugarse juntos por las mismas causas. Como en 1967, cuando Onganía viajó a Río Gallegos para inaugurar el aeropuerto. Poco tiempo antes había firmado una resolución que obligaba a los rectores de los colegios nacionales a tener estudios universitarios con orientación pedagógica. Los estudiantes del colegio República de Guatemala decidieron exigir la continuidad de la rectora, Anita Flores de López, quien llevaba más de 15 años al frente de la institución.
La rectora no cumplía con las nuevas exigencias. “Venían las mujeres de los militares, que tenían títulos, para quedarse con todos los cargos. Entonces declaramos el estado de huelga secundaria. Paramos el colegio y movilizamos la ciudad. Sin embargo, muy pocos estudiantes habíamos firmado el petitorio: entre ellos, Néstor y yo”, dice Salvini. Años después, a comienzos de 1971, los dos amigos coincidieron en La Plata para estudiar en la universidad. Habían llegado junto con una oleada numerosa de estudiantes santacruceños. El búnker de todos ellos era “el castillo”, un departamento que se prestaban alternativamente y que alquilaban en la esquina de 47 y la diagonal 80.
El departamento quedaba en el primer piso del edificio. “Ahí vivíamos algunos amigos. Lo teníamos como centro de reunión y de juntadas, porque quedaba cerca del comedor universitario, y era paso obligado para los compañeros del interior. Nos juntábamos para hacer reuniones, para tomar mate y demás”, cuenta Pepe. Al poco tiempo “el castillo” tendría su mascota: un perro del que se habían encariñado varios de sus ocupantes. A finales de 1975, cuando llegaba el verano, ese departamento y ese perro serían testigos de un momento clave en la vida de Kirchner y de su viejo amigo.
Salvini estaba por regresar a Río Gallegos para pasar el verano. Tenía que dejarle la llave a su compañero de departamento. Darle instrucciones para que cuidara al perro. Entonces apareció Néstor, medio engripado, junto a una compañera de la facultad. La presentó como su novia. Era Cristina Fernández. “Néstor no era tímido, para nada. Yo tengo fotos en las que se lo ve chacoteando en los bailes. Era de embromar, de joder. Toda la vida fue igual. Chicanero, ocurrente. Fue un tipo que no cambió absolutamente en nada. Pero no nos imaginábamos que estuviera de novio. Cristina era muy linda. Fue un noviazgo rápido”, recuerda. Al año siguiente Néstor y Cristina se casaron en La Plata. Su historia siguió, y es bien conocida.
Hace unos meses, Salvini pasó por la esquina de 47 y 80, en La Plata. Cuando vio el edificio sacó una cámara y apuntó hacia el primer piso. “Está todavía. El edificio está igual. Le saqué fotos a la pasada, las tengo de recuerdo”, dice el amigo que hoy se propone ayudar con todo a la presidenta. “Yo a Néstor lo acompañé a todos lados. Y a Cristina la veo más preparada que nunca. Ojo, que con ella se van a llevar una gran sorpresa”, advierte, y hace un gesto que parece decir: “Yo les avisé.

Una de Gramsci para arrancar la semana...

“El agua es agua pura y libre cuando fluye entre las dos orillas de un arroyo o de un río,
no cuando está caóticamente dispersa por el suelo ni cuando se difunde enrarecida por la atmósfera.
Así, el que no sigue una disciplina política es materia en estado gaseoso o ensuciada por elementos extraños:
por tanto, inútil y dañosa.”
(Antonio Gramsci)

Epitafio

Epitafio

E. E. M. 19 de octubre de 1925 / 8 de noviembre de 2010
 Por Juan Sasturain

Aquí yace, acostado, el almirante
que murió hace justo una semana.
El que mató a quien se le dio la gana
está acá, con los pies para adelante.
Aquí yace un asesino, caminante,
que hizo y deshizo con la soberana
bendición de la espada y la sotana.
Insúltalo, si no lo hiciste antes.

Aquí yace Massera, el genocida
con apellido que fue marca de helados
y sombreros. La puteada consabida

y este amargo epitafio demorado
se lo dejamos, grabado de por vida
y de por muerte: no hemos olvidado.