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Anuncian una “nueva edad dorada” en la economía global, tras la crisis

5.2.10

Se vislumbra una edad dorada tras esta crisis y, en tres decenios, su naufragio. Mark Stahlman ha estado más de veinte años escribiendo sobre el actual ciclo de crecimiento, basado en innovaciones tecnológicas, y su previsible caída.

JUE 04 FEB 2010 | 09:01
Como subraya, los países industriales han atravesado varias veces en la historia auges, burbujas, recesión, desempleo, guerras y otros desastres.
Tarde o temprano, las economías centrales ingresarán a otra fase de expansión sólida y sostenida. Será una era cifrada en avances tecnológicos, explica el analista. Este tipo de procesos se da más o menos cada sesenta años, contra los cuarenta del ciclo macroeconómico descripto por Josef Schumpeter y Nikolai Kondratiev en los años 20 y 30.

En el esquema de Stahlman, los ciclos se vinculan con cambios tecnológicos y financieros. Pero la proximidad de una nueva época no significa que los problemas políticos, sociales y económicos se esfumen de la noche a la mañana. En un contexto variable a largo plazo, los detalles del ciclo varían, si bien el patrón positivo persiste. Una economía insume treinta años en lo que Carlota Pérez, su colega, define como “instalación”, cuando se emplea el capital de los inversores para pone en línea nuevas tecnologías.

Dos fases

Al cabo de esa etapa, sobreinversión y especulación conducen a una crisis financiera que desemboca en un “despliegue”, fase de prosperidad e ingresos en gradual alza, originada en mejores bienes y servicios. En la oportunidad actual, los estímulos de la era áurea incluirán la construcción  de infraestructuras mundiales orientadas a servicios basados en tecnologías digitales, con un claro sesgo hacia fuentes limpias de energía y combustibles y hacia la protección del ambiente.

Pese a sus pobres antecedentes en la materia, China, India, Brasil y Rusia encabezarán una tendencia expansiva de la clase media. Los países emergentes aportarán al proceso mil millones de actuales proletarios.

Stahlman admite que la mera idea de prosperidad global sostenida suena improbable en 2010. Pero nadie habría creído, en los sombríos días posteriores a la Segunda guerra mundial, que las economías occidentales y Japón marchaban rumbo a treinta años de crecimiento amplio y relativa paz. Ese proceso sacó a luz una generación de dirigentes políticos, sociales y empresarios.

Cinco ciclos

Los ciclos largos han sido identificados y analizados por una hueste de economistas y sociólogos. Abarcando la categoría de 60 años (la otra es de cuarenta) y excluyendo el capitalismo temprano, aparecen cinco etapas. El primero data de los años 70 del siglo XVIII a los 20 del siguiente. Se basaba en el poder naval europeo, esencialmente el británico. El segundo fue la edad del buque a vapor, el carbón, el hierro y los ferrocarriles. Duró de los años 30 a los 70 del siglo XIX. 

El tercer ciclo alcanzó las vísperas de la guerra 1914/18. Involucraba acero, ingeniería pesada, electricidad y transportes. Las potencias dominantes eran Gran Bretaña, Alemania, Francia y luego Estados Unidos. El proceso abrió paso al cuarto ciclo: producción masiva, automotores, materiales y carburantes derivados de hidrocarburos, cine y televisión.

La fase actual, quinta, puede haber comenzado alrededor de 1970 y debiera alcanzar 2030 en la versión sexagesimal o 2010 (hoy) en la cuadragesimal, Se basa en silicones, materia prima de microprocesadores, circuitos integrados, computadas digitales, telecomunicaciones globales e Internet. Podría suponerse que esas tecnologías ya culminan, pero el ciclo recién está a mitad de su desenvolvimiento.

Treinta años

En un típico “paradigma tecnoeconómico”, como dice Pérez, las innovaciones toman cuerpo en los primeros treinta años de “instalación”. Esto atrae inversiones públicas y privadas, en pos de las utilidades especulativas naturales en esta fase. Poco a poco, se llega a la saturación y las burbujas.

Los inversores no saben qué innovación tendrá éxito ni qué empresas sobrevivirán y juegan a lo loco. Dado que algunas apuestas resultan, un cóctel de impaciencia y euforia se apodera del mercado. Todos saltan a bordo sin reparar en riesgos, presas de la exuberancia irracional, hunden el barco y abren un período de crisis.

La presente comenzó realmente en 2000, al pincharse la burbuja puntocom. El derrumbe inmobiliario, la crisis financiera y la recesión fueron secuelas. Munidos de ulteriores innovaciones técnicas –derivativos, por ejemplo- y cebados por ganancias fáciles, operadores, banqueros y especuladores pujaban por veloces retornos. Instrumentos cada vez más complejos reemplazaban el sentido común por modelos, fruto de cinco matemáticos que recibieron Nobel económicos inexplicables- Todo culminó en la catástrofe de 2008, punto axial para modificar prioridades.

Momentos duros

Toda crisis acaba en momentos como ése. La anterior se inició con el crac de 1929/32, culminó en la depresión de 1933/7 y, guerra mediante, desembocó en los acuerdos de Bretton Woods (1944). En cada caso, el desastre toca fondo, los especuladores de la era liquidada caen o son disciplinados, cambian las expectativas y nuevas élites empiezan a reconstruir instituciones de todo cariz.

Después de la Segunda guerra mundial, poder e influencia pasaban por la industria petrolera. El clan Rockefeller y sus intereses influían en otras empresas, gobiernos y entidades supranacionales estilo Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Comisión Trilateral, etc.

Únicamente un realineamiento similar dará paso a otra larga fase de crecimiento o edad dorada. Esta vez, los líderes seguirán ligados a los semiconductores y, de hoy a 2025/30, International Business Machines, Intel, Microsoft o sus avatares pesarán mucho más que Exxon Mobile, Toyota o el Banco Mundial. Paralelamente, economías emergentes dinámicas –no sólo China, Brasil o India- se convertirán en modelos para el desarrollo del sector  privado.

Esquemas

Al iniciarse el despegue, muchos esquemas de negocios irán mutando. El capital financiero y especulativo, relativamente remiso a la tecnología, irá declinando como fuerza económica. El sector privado dependerá más del capital industrial, derivado de utilidades por venta de bienes y servicios reales. Según Stahlman, existen señales claras de que el proceso comienza. Wall Street, Londres y otras bolsas ya no pesan como antes y afrontan un drástico replanteo de normas. Demasiado han perdido o hecho perder en dinero y reputaciones

Una nueva infraestructura económica mundial irá surgiendo, basada en redes y computación en enjambres. Google, sola, tiene más de diez millones de servidores y otras firmas están armando redes similares. Dado que el segmento atraerá crecientes inversiones, el negocio informático irá abandonando centros de datos, debido a sus gastos fijos, y esto modificará muchos servicios públicos.

En un par de décadas, la era de los silicones estará moribunda. Alrededor de 2030, sufrirá una crisis terminal, de donde emergerá el sexto macrociclo. Probablemente, sus claves sean biotecnologías, nanotecnologías, manufactura molecular y tecnologías capaces de modificar el cerebro humano.

http://www.mercado.com.ar/nota.php?id=364264