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Haaf: contra las redes sociales

8.1.13

ENSAYO

En Dejad de lloriquear, la ensayista alemana Meredith Haaf ajusta cuentas con su generación, la "generación perdida" —nacida en los 80— por su exceso en el uso de las redes sociales, la pereza intelectual y el narcisismo exhibicionista promovido por categorías propias del capitalismo tardío como privacidad, seguridad o reserva.

El libro, cuyo subtítulo es "Sobre una generación y sus  problemas superfluos" (editorial Alpha Decay) será distribuido en  Argentina la semana próxima, y aunque en ciertos momentos adquiere  un tono panfletario, nunca pierde el rigor y el hilo rojo de la  argumentación.

Haaf nació en Munich en 1983, estudió historia y filosofía;  en su libro defiende una posición crítica contra aquellos que en la  actualidad ocupan un rango etario que va de los 20 a los 33 años  aproximadamente y manifiesta su simpatía por los menores de esa  edad, que usan las redes sociales, en su opinión, "de manera  pragmática y nada adictiva".

Dejad de lloriquear es un ataque abierto contra una generación de  jóvenes sobreprotegidos, mantenidos, políticamente apáticos, que  confían en la "neutralidad" técnica y que si se quiere invierten el dictum del mayo francés, cuando se decía que había que desconfiar  de todo aquel de más de 30 años.

En el libro es notable la equivalencia que Haaf hace entre  las aspiraciones a una vida sin riesgos, aislada, desconectada de  los otros y unas "opciones" que se reducen a la responsabilidad  para construir una identidad social y así, por contagio, alcanzar  una mejor distribución del ingreso: un reformismo blando, que como  se está demostrando en Europa, no ha servido más que para  multiplicar el número de desempleados.

"Nunca la cultura juvenil había sonado tan lastimosa, por no  decir cobarde (…) Los de los 80 no le ven sentido a estar enfadados. Hemos sido condicionados para creer que el orden actual  es estupendo. Si eres de clase privilegiada, se te educa para  pensar que es un orden perfecto, y si no lo eres también", dice la  escritora a un blog español.

Y continúa: (el libro) "es un panfleto crítico. Pero no odio  a mi generación. También tienen sus cosas buenas. Ser tan sociable  y comunicativo puede estar bien, y esas condiciones producen gente  simpática. Es la `generación amigable".

¿Cuándo empezó esta mutación? "Creo que la culpa es de Tony  Blair y de Bill Clinton. Empezó en los 80 con (Margaret) Thatcher,  y se consolidó en los 90, cuando gobiernos supuestamente  socialdemócratas empezaron a adoptar políticas que buscaban  favorecer a los mercados, y los mercados se convirtieron en algo  más importante que la sociedad", sostiene la ensayista.

 ¿Y las redes sociales? Es todo un capítulo, indisociable del  estado actual del capital-parlamentarismo.

"la gente se ha acostumbrado a decir cosas sin que existan consecuencias." 

"Efectivamente. La comunicación se ha convertido en un fin en  sí mismo. La gente siempre se ha comunicado, u ha hablado para  expresar sus sentimientos, pero no lo hacían a través de tantos  canales ni con la frecuencia y rapidez con la que lo hacen ahora.  La sensación prevalerte hoy es que siempre hay alguien dirigiéndose  a ti, y que siempre tienes que responderle", asegura.

Sobre el punto, Haaf es implacable: "la gente se ha  acostumbrado a decir cosas sin que existan consecuencias. En Facebook la gente no discute. Formas parte de esa red, y la mayoría  son amigos tuyos, así que lo que haces es ignorar lo que te  disgusta. Y por añadidura, existe una completa desconexión entre  las formas de ser online y offline".

 "Hay gente que está todo el día posteando, y colgando fotos  de todo lo que hacen y ven, pero luego los conocés y no tienen nada  que decir (…) Ahora estoy escribiendo un manifiesto que urge a  borrarse de Facebook. Todas esas compañías han pasado a formar  parte de nuestras vidas, alterando la forma en que nos comunicamos  con los amigos, y la forma en que sentíamos que formábamos parte  del mundo".

Para rematar: "No estar allí es lo que más daña a Facebook. No hacer nada. No hablar y callarte de una vez. El silencio online  no computa, no se considera una virtud. Todo el mundo tiene que  estar hablando todo el rato". Acaso, parloteando sea una palabra  más adecuada.