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MARCHA POR LA SEGURIDAD

2.4.04

Axel


Una masiva y pacífica movilización que, según las estimaciones, reunió a más de 150.000 personas en torno del Congreso Nacional para reclamar seguridad, mayor severidad en las leyes contra el delito y para exigir justicia por el secuestro y asesinato del joven Axel Blumberg, derivó en una manifestación frente a la Casa de Gobierno, donde la multitud le reclamó al presidente Néstor Kirchner cambios en la política de seguridad.

Ante la contundencia del clamor, con una convocatoria independiente nunca vista en las últimas dos décadas, el Presidente, apenas bajó de su avión, a las 21.30, en Río Grande, Tierra del Fuego, dijo que "hay que limpiar la policía bonaerense" y agregó: "Si la situación no se toma en serio, se hace muy difícil, a veces, luchar solo". La declaración se entendió como un mensaje para el gobernador Felipe Solá, anoche en el centro de todas las críticas.

Sin embargo, en la Plaza de Mayo, una multitud que se había desconcentrado desde el Congreso le reclamaba al Presidente: "Movete... pingüino... encontrá a los asesinos!", y con velas en la mano y agitando banderas argentinas abucheaban en dirección a los balcones de la Casa Rosada, donde se habían cerrado las ventanas.

Previamente, Juan Carlos Blumberg, el padre de la víctima, había exigido respuestas y soluciones a los tres poderes del Estado.

"Inútiles!... Hagan algo!... Burros!", se oía entre la multitud, de pie desde el frente de la Casa de Gobierno hasta la Pirámide de Mayo, en un llamamiento que trascendía a la provincia de Buenos Aires y alcanzaba al Poder Ejecutivo Nacional, igual a lo que había ocurrido previamente con el Poder Legislativo.

Una hora antes, alrededor del Congreso, la multitud, mayoritariamente compuesta por integrantes de la clase media, desbordó espontáneamente todas las calles. En las avenidas Callao y Entre Ríos, se apiñaba a lo largo de siete cuadras.

Axel


Un mar de velas encendidas, protegidas de la brisa con vasos plásticos, tapizó la plaza del Congreso, totalmente cubierta por vecinos que se movilizaron por su cuenta desde los barrios de la ciudad y localidades del norte, el sur y el oeste del conurbano bonaerense.

Los empujaban la exigencia de cambios, la indignación y el reclamo de seguridad y justicia. Sentían que cada uno de sus hijos, ya sea sobre sus hombros, de la mano o en cochecitos que empujaban madres bien maquilladas, podían ser Axel.

Juan Carlos Blumberg, desde las escalinatas del Congreso Nacional, flanqueado por el Coro Kennedy, a las 19.15, les dio la razón: "Axel es el hijo de todos ustedes". Los aplausos se confundían con los gritos que exigían justicia. Algunas señoras contenían sus lágrimas con pañuelos, cerca de donde estaban reunidos familiares de muertos a manos de delincuentes comunes y de los de uniforme.

"Axel nos está iluminando para exigir cosas para nuestra sociedad, cosas simples para que nuestros hijos puedan disfrutar de la vida y no sean asesinados. Por eso, vamos a pedir una serie de pautas a los senadores y diputados", dijo Blumberg, y no pudo terminar la frase por los silbidos que provocó en la gente la sola mención de los legisladores.

El improvisado orador pidió entonces calma con las palmas abiertas: "Ciudadanos, tenemos que luchar, pero siempre en democracia". Los silbidos resurgieron cuando recriminó al Poder Judicial la existencia de magistrados "más preocupados por los derechos humanos de los delincuentes que por los derechos de nosotros". Fue necesario un nuevo gesto pacificador.

La multitud, que seguía el discurso apenas audible desde el fondo de la plaza, volvió a aplaudir cuando Blumberg enumeró las exigencias del petitorio que, tras el acto, entregó al vicepresidente Daniel Scioli y al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño. Las reclamadas reformas legislativas quedaron refrendadas por millares de firmas reunidas por un centenar de voluntarios vestidos con remeras con la fotografía de Axel estampada en el pecho, y la leyenda "Cruzada Axel por la vida de nuestros hijos".

Axel


Uno de los reclamos más aplaudidos fue la necesidad de que los detenidos trabajen en plazas y construyan cárceles, y usen uniformes que los identifiquen. "También vamos a exigir al gobernador Solá (silbidos ensordecedores) la reestructuración de toda la policía de la provincia. Debe eliminar a las manzanas podridas, formar una buena policía", reclamó, y la gente abucheó al gobernador.

Luego de salir del Congreso, Blumberg le dijo a la multitud que lo esperaba que los legisladores se habían comprometido a tratar los proyectos. Allí se informó que el miércoles se realizará una sesión especial para debatir tres iniciativas, dos de ellas contenidas en el petitorio de Blumberg, que apuntan a no permitir excarcelaciones en los casos de robos cometidos con armas de fuego ni en las causas por portación y tenencia ilegal de armas de uso civil. Ambos ya fueron sancionados por el Senado, por lo que, de haber acuerdo en Diputados, se convertirían en ley.

En la calle permanecían reunidas más de 150.000 personas, según la estimación de la Policía Federal, aunque la Cruz Roja elevaba esa cifra a 200.000. La muchedumbre se abrió para dejar un pasillo, de modo de que Blumberg pudiera llegar a la Casa de la Provincia de Buenos Aires, en Callao al 200, mientras gritaba: "Nunca más, nunca más".

Con los cabellos blancos desordenados por el viento, Blumberg fue llevado casi en andas doscientos metros por voluntarios de la Cruz Roja y amigos de Axel. En la calle, la gente con velas encendidas se asomaba a los balcones para verlo pasar. El pelotero, en el primer piso del Mc Donald´s de la avenida Callao fue un mirador privilegiado para las familias que lo aplaudían.

En la Casa de la Provincia de Buenos Aires fue recibido por el ministro de Gobierno bonaerense, Rafael Magnanini; por el jefe de Gabinete de ese distrito, Florencio Randazzo, y por legisladores provinciales a quienes les entregó el mismo petitorio. Estaba sofocado por los empujones de la gente que pedía, puertas afuera, a los gritos, que hablara el gobernador Solá, sin saber que no se encontraba allí.

La mayoría de la gente ya se desconcentraba y dejaba a metros de la casa oficial sus velas encendidas, como si fuera un altar. Pero lejos de irse a sus casas, unas 20.000 personas inundaron la avenida Corrientes y comenzaron a ir al Obelisco. Dirigieron sus pasos entre los automóviles, desembocaron en Diagonal Sur y en la Casa de Gobierno, donde no se esperaba a los manifestantes.

Allí llegaron los reclamos al gobierno nacional. En la Casa Rosada se encontraba Cristina Fernández de Kirchner. El Presidente ya había llegado a Tierra del Fuego.

Los manifestantes, oficinistas trajeados y vecinos llegados de todos lados, entonaron el Himno Nacional. Sobre las vallas, frente a los policías, colocaron sus velas y pugnaron porque permanecieran encendidas.

Fuente: La Nacion (02-04-2004)