Dale al Twitt

La imagen del día

La imagen del día

La frase del Día...

"La soja se puede mantener un año o más sin venderse" , Luis Miguel Etchevehere, Presidente de la Sociedad Rural

VEO VEO...

CICATRICES

21.7.08

Por Marta Dillon

Gracias Paulita por enviarla

Hay imágenes y sensaciones que quedan como una cicatriz en el cuerpo, el recordatorio deformado de lo vivido que puede ofrecerse como soporte para el relato de una vida. Dicen que las cicatrices duelen los días de humedad. El martes, perdida por causa del oficio en la manifestación que ocupó la avenida del Libertador, cicatrices que no recordaba se abrieron otra vez acusando la herida que hace tiempo sucedió.
Fue cuando me encontré con una compañera de secundario en el colegio católico donde pasé algunos años. Un colegio de origen irlandés, de rancio catolicismo y un remedo vetusto de glorias pasadas. El colegio estaba entre Caballito y Flores, frente a la plaza Irlanda. Clase media no demasiado acomodada, apellidos difíciles de pronunciar en castellano, mucha población llegada del campo –había una tradición depupilaje que ya no era a principios de los ’80 pero que había dejado esa resaca de recibir alumnas venidas de fuera de la ciudad– y una carga equivalente de culpa y ambición por subir un peldaño en la escala económica ya que la social parecía saldada por las tardes pasadas apuro inglés y esa sensación de pertenecer a otro lado que no era el barrio que brindan en estas pampas los orígenes extranjeros.
En esa escuela atravesé los primeros años de secundaria escuchando a profesoras de Educación Cívica –o como se llamara la materia entonces– defender a rajatabla a José Alfredo Martínez de Hoz y los miembros más relevantes de la dictadura asesina.
En esa escuela aprendí el difícil equilibrio entre callar y decir basta.
Callar la bronca frente a esos alegatos autoritarios para no ser expulsada –una vez más, otras monjas ya lo habían hecho–, decir basta cuando las compañeras repetían que los desaparecidos estaban en Europa o habían sido asesinados por el terrorismo. “¿Pero vos la buscaste?” Era lapregunta a la que aprendí a acostumbrarme cada vez que hablaba del secuestro y la ausencia forzada de mi madre.
Y no, tal vez no la había buscado, no hubiera sabido cómo a los 14 años, aunque más de una vez fantaseé con presentarme en las cárceles disfrazada de alguna cosa y preguntar, así, como quien no quiere la cosa.
Las que preguntaban tenían la misma edad que yo, su curiosidad estaba atada a un cúmulo desentidos que se tejían en casa y en el colegio, entre revistas Para Tiy programas de televisión, entre campañas para lavar la imagen argentina y el silencio de terror que se imponía como método desupervivencia.
Aun así cargué con el estigma. Había quien se animaba y me decía con tono de sorna “la terrorista”, quien me confesaba que en su casa mi presencia no era bien recibida, quien asociaba las veces que decía basta con otras faltas morales propias de la rebeldía, más atadas a otros fantasmas de católicos/as bienpensantes como la sexualidad.
El martes, en medio del acto de los dirigentes agrarios y la clase media y media alta porteña, no pude evitar volver a sentirme en ese secundario –hubo otros, no menos peores, pero en otras latitudes–, ser una minoría con un saber tan doloroso como peligroso, motor de unaimpotencia que no se acaba.
El martes las cicatrices se abrieron frente a la soberbia de quienes se adjudican como entonces términos como patria, identidad nacional, incluso gente.
Y oh casualidad, allí mismo me encontré con algunas compañeras de colegio, contentas al menos en apariencia con lo que había sido de sus vidas: habían conseguido maridos más pudientes que sus familias, habían reconstruido su apariencia para parecerse a lo que creían que eran, habían salido del barrio para mudarse al norte, ese mismo norte que parecía haber sacudido los edificios para volcar la “gente” a la calle.
No puedoevitarlo, no creo en las casualidades.
Y tampoco puedo evitar que duela eso que nombro como prepotencia aunque prepotencia y soberbia sean palabras expropiadas por quienes coparon la avenida del Libertador. Prepotencia por saberse la Argentina blanca, que evoca el bien y la conciencia recta a través de oraciones repetidas. Soberbia de quienes se sienten aliados del dogma que no les permite equivocarse. Para estar en lo correcto basta mirar en la Biblia como en un diccionario, rezar unos avemarías y a otra cosa.
Más allá de las retenciones o de la distribución de la riqueza, hay una puja de sentido en este conflicto. La Argentina blanca lava sus culpas en la calle, ese espacio que descubren ahora que hay razones de peso (¿de pesos?) para habitarla, calles conocidas y amables donde todos y todas se reconocen por modales, por vestimenta, incluso por religión.
Lava más blanco la Argentina uniforme aunque no reconozca la sangre en las manos y le tenga tanto miedo a la barbarie que le gusta imaginarla dentro de un zoológico o sin voluntad propia para manifestarse.

Sale Roca entra Juana Azurduy?


El Programa de Fortalecimiento de Derechos y Participación de las Mujeres "Juana Azurduy", busca promover la sanción de ley para reemplazar la imagen del dos veces presidente de la Nación y quien dirigió la denominada "Campaña del Desierto", Julio Argentino Roca, del billete de 100 pesos por el de "la heroína de la independencia, Juana Azurduy, y rescatar el papel de la mujer en la historia argentina".

Quien fue Juana Azurduy?

Juana Azurduy nació, en el cantón de Toroca en las cercanías de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780. Ese año la ciudad de La Paz fue sitiada por Tupac Catari y Bartolina Sisa, alzados en armas en apoyo a Túpac Amaru.Huérfana de sangre mestiza, se casó con el general Manuel Ascensio Padilla.

Manuel Padilla

Establece una relación de profunda amistad con Juana. Éste frecuentó las universidades de Chuquisaca y compartió con Juana, su conocimiento por la revolución Francesa, las ideas republicanas, la lucha por la libertad, la igualdad, la fraternidad. Conoció los nombres de: Castelli, Moreno, Monteagudo.
El 8 de marzo de 1805 contrajeron matrimonio, y tuvieron tres hijos: Marino, Juliana y Mercedes. Gozaron de una buena posición económica, pero Don Manuel como era criollo no pudo participar de cargos en el cabildo. Con la caída de Fernando VII bajo la ocupación de Napoleón, el 25 de mayo de 1809 se produjo la revolución de Potosí.

Manuel Padilla se sumó a la resistencia y encabezó a los indios Chayanta y triunfó. Juró servir a la causa americana y vengó a los patriotas fusilados en el levantamiento de La Paz. Un años después el general Vicento Nieto asumió la Real Audiencia, y condenó a la cárcel y a las mazmorras a todos aquellos que participaron de los levantamientos, entre ellos Padilla. Juana defendió con rebenque en mano su propiedad ante los realistas. Al año siguiente de la Revolución de Mayo, Manuel Padilla se unió a Martín Miguel de Güemes, fueron la pesadilla del ejército realista. Doña Juana quizo acompañarlos pero estaba prohibida la presencia de mujeres en el ejército.

Su casa fue confiscada y debió ocultarse en la casa de una amiga. Manuel Padilla se enfrentó con las tropas realistas utilizando el método de guerrillas, venció en varias oportunidades y su nombre comenzó a convertirse en leyenda. Hacia 1813 los revolucionarios ocuparon Potosí y Padilla fue el encargado de organizar el ejercito, tarea a la cual se sumó ahora sí Juana. Su ejemplo hizo que muchas mujeres se sumaran a la gesta. "En poco tiempo, el prestigio de Juana Azurduy se incrementó a límites casi míticos: los soldados de Padilla veían en ella la conjunción de una madre y esposa ejemplar con la valerosa luchadora; los indígenas prácticamente la convirtieron en objeto de culto, como una presencia vívida de la propia Pachamama".

Luego de la derrota de Vilcapugio y Ayohuma, la lucha se desplazó al nordeste de Bolivia, se le llamó la "Guerra de las Republiquetas". Durante este tiempo el cacique Juan Huallparrimachi, músico, poeta y descendiente de los incas, se unió a Juana Azurduy, fue su fiel lugarteniente. En el mes de marzo de 1814. Padilla y Azurduy vencieron a los realistas en Tarvita y Pomabamba. Pezuela, el jefe del ejército español, puso todo su batallón a perseguir a la pareja de caudillos. Las tropas revolucionarias debieron dividirse: Padilla se encaminó hacia La Laguna y Juana Azurduy se internó en una zona de pantanos con sus cuatro hijos pequeños. Allí se enfermaron cada uno de sus cuatro hijos, donde murieron Manuel y Mariano, antes de que Padilla y Juan Huallparrimachi, llegaran en auxilio. De vueltas en el refugio del valle de Segura murieron Juliana y Mercedes, las dos hijas, de fiebre palúdica y disentería. "Dicen los biógrafos que comienza aquí la guerra brutal contra los realistas.
Luchó con gran coraje en la guerra de la independencia de su país. Al morir su esposo asumió el mando de la guerrilla con el grado de Coronela.
El 25 de mayo de 1809, justo un año antes del alzamiento de Buenos Aires, se sublevó el pueblo de Chuquisaca, revolucionando el Virreinato del Río de la Plata desde el Alto Perú. Se destituye al virrey y se nombra gobernador a Juan Antonio Alvarez de Arenales. Es aquí donde aparece la figura guerrera de Juana. Deja sus cuatro hijos y acompaña a su esposo, ambos comprometidos en la causa antiespañola, al campo de batalla.
En 1816 Juana y su esposo, quienes tenían bajo sus ordenes 6000 indios, sitiaron por segunda vez la ciudad de Chuquisaca. Los realistas lograron poner fin al cerco, y en Tinteros, Manuel Ascencio Padilla encontró la muerte. Manuel Belgrano, en un hecho inédito, envió una carta donde la nombraba teniente coronel. La cabeza de Padilla fue exhibida en la plaza pública durante meses, ésta se convirtió en un símbolo de la resistencia. El 15 de mayo de 1817 Juana al frente de cientos de cholos la recuperó.
Las crónicas de la época cuentan que cuando Belgrano la vió pelear le entregó su espada en reconocimiento a su bravura y lealtad a la causa. Fue ella quien ocupó en plena guerrilla el cerro de la Plata y se adueñó de la bandera realista enemiga. Con esta acción el gobierno de Buenos Aires, al mando de Pueyrredón le concedió en 1816 el grado de Teniente Coronel del ejército argentino en virtud de su "varonil esfuerzo".
En ese entonces, todavía parecía más conveniente conquistar Perú por la vía altoperuana, es decir por el Norte. Cuando San Martín se hace cargo del Ejército cambia de estrategia. Decide abandonar esa ruta y elige una más segura e innovadora: llegar a Lima por el Pacífico, luego de cruzar los Andes hacia Chile. Este cambio de estrategia, deja a Juana y a su tropa sin sustento económico y fundamentalmente abandonados a su propio destino.
Juana Azurduy intentó reorganizar la tropa sin recursos, acosada por el enemigo, perdió toda colaboración de los porteños. Juana decidió dirigirse a Salta a combatir junto a las tropas de Güemes, con quien estuvo tres años hasta ser sorprendida por la muerte de éste, en 1821. Decidió regresar junto a su hija de 6 años, pero recién en 1825 logró que el gobierno le dé cuatro mulas y cinco pesos para poder regresar. En 1825 se declaró la independencia de Bolivia, el mariscal Sucre fue nombrado presidente vitalicio. Este le otorgó a Juana una pensión, que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Doña Juana terminó sus días olvidada y en la pobreza, el día 25 de mayo de 1962 cuando estaba por cumplir 82 años. Se la enterró en una fosa común sin los honores ni las glorias que su accionar y compromiso por la patria merecía.
Sus restos fueron exhumados 100 años después, para ser guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje.

Esta carta fue escrita ocho años más tarde de la muerte de Guemes, cuando vagaba pobre y deprimida por las selvas del Chaco argentino:
"A las muy honorables juntas Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Cbarcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución. Aunque animada de noble orgullo tam "Uno de los pocos momentos de felicidad fue aquel en que sorpresivamente Simón Bolívar, acompañado de Sucre, el caudillo Lanza y otros, se presentó en su humilde vivienda para expresarle su reconocimiento y homenaje a tan gran luchadora. El general venezolano la colmó de elogios en presencia de los demás, y dícese que le manifestó que la nueva república no debería llevar su propio apellido sino el de Padilla, y le concedió una pensión mensual de 60 pesos que luego Sucre aumentó a cien, respondiendo a la solicitud de la caudilla: "Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede corresponderme".

Fuente: http://www.mendoza.edu.ar/efemerid/azurduy.htm
Elizabeth Fernández e Irene Ocampo