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Inédito de Neruda sobre América Latina

17.5.07



El siguiente es un prólogo de Pablo Neruda al libro "Retorno al futuro" de Luis Cardoza y Aragón, publicado en 1946.

Luis Cardoza y Aragón rompe con "Retorno al futuro" dos telarañas tenebrosas de la América Latina, tejidas por la misma araña: la literatura "desinteresada" y la diplomacia vendida. Mientras más azotada y oscura ha sido la vida de nuestros pueblos de América, con más ahínco ha existido en cada uno de ellos un grupo de arañas que ruidosamente ha tejido la indiferencia y el olvido.

Mientras Trujillo, sátrapa demencial de Santo Domingo, aniquilaba preciosas vidas de combatientes en la tortura y en la horca, allí existió o existe aún un grupo de mozalbetes que “pulsan la lira” al mejor estilo surrealista. También en Nicaragua, convertida por un tal Somoza desde hace 25 años en pocilga infernal, los poetas se han dedicado a oscurecer su literatura para proteger al mandón. En Chile, en estos tiempos en que el perverso González Videla, judas marshalizado, abre campos de concentración, encarcela y mata, hay poetas que escriben ratoniles imitaciones, traducidas de las revistas surrealistas de hace veinte años, o de las existencialistas, que aunque tengan sólo algunas semanas, huelen a ultratumba.

La diplomacia latinoamericana hace el juego también a las fuerzas regresivas, torpes y brutales, que encadenan nuestros pueblos. Son su opresión de falsedad y mentira, como esta literatura de arañas. En todas partes del globo se hallarán representantes que no representan nada y en esta vacuidad brillan, con fosforescencia única, los Embajadores y Ministros de la América Latina. Embajadores hay, designados en París por haber hecho disparar sobre una manifestación en masa, en la Plaza de Gobierno, en Santiago.

Estos sí han comprado sus empleos con sangre, pero no con sangre de ellos, sino con la de nuestros muy martirizados pueblos. Hay otros, truhanes empedernidos, que son nombrados representantes supremos de Chile ante la ONU sin contar los que detentan desde hace muchos años, el prestigio de haber representado, sin cambiar de sitio, las proezas y el progreso de Honduras, de Venezuela mártir o del Perú desgarrador.

Luis Cardoza y Aragón no ha roto sin impunidad estas dos tramas mortales en las que podía haber caído. Poeta de preclara estirpe y diplomático singular, Cardoza y Aragón no vendió su alma a la taumaturgia ni a la mentira.

Guatemala es bella y enmarañada, inocente y sombría. Jamás me fatigué de recorrer sus altos bosques de resinas recónditas y pájaros deslumbrados y en las ciudades entré cuando cada puerta me echaba al rostro una bocanada de aroma a caoba. Conocí Guatemala, esclavizada por una de sus largas dictaduras y antes de que la libertad hubiera sido conquistada con la victoriosa sangre de los obreros y estudiantes. Todo allí era silencio y sombra. Imperaba la espada del espantoso caudillo, caballero y caballo cuyas bridas eran alargadas o acortadas desde Washington.

Toda la América Central sufre estos desmandados payasos de manos ensangrentadas, que obedecen al monopolio de la United Fruit y a otros intereses. Durante cuarenta años los “libertadores” de los Estados Unidos andan dando tiros cariñosos a los centroamericanos, hasta que en ellos venciera la “democracia occidental”. Y el Señor Truman está contento, duerme feliz cada noche, porque ya logró, junto con la colonización traidora de Puerto Rico, cárceles atestadas de prisioneros políticos en Nicaragua, en Santo Domingo, en Panamá y en Costa Rica.

Guatemala, con la contribución de su pueblo y de algunos hombres como Cardoza y Aragón, con una espléndida y luchadora juventud, logró recia victoria en la que han tenido que expulsar al Embajador norteamericano. Wall Street escogió a expertos que, como Patterson, se adiestraron en Yugoslavia, junto al traidor Tito y su banda. Sin embargo, fueron expulsados de Guatemala, creada por los intereses de los antiguos dictadores y por la voracidad norteamericana.

¡Qué bello país! Llegué hasta sus confines. Hasta Río Dulce, inmenso y vegetal, trémulo de trinos y follaje, hundiéndose en lagos virginales como en el útero sagrado y silencioso de América.

Ví las ceremonias de los dulces y atrasados indios de Chichicastenango. Enterrados bajo una doble losa de paganismo y clericalismo, son los herederos del pueblo Quiché, que relució en América precolombina como diadema deslumbrante.

En Guatemala se comienza a hablar de reforma agraria y el gobierno de Arévalo ha hecho de la educación pública su gran cruzada, pero las fuerzas reaccionarias, asociadas con Wall Street y con el gobierno de Washington, combaten ferozmente estos adelantos populares.

De este pueblo, que recién renace de una larga agonía, viene Luis Cardoza y Aragón. Exiliado en México durante la tiranía, puso toda su atención en ese fenómeno, el más importante de la pintura mundial: el muralismo mexicano. Aclaró, con su poesía y su pensamiento, sectores mal iluminados, entrando en toda la actividad intelectual de México, con la calidad y la claridad que le son propias.

Tenía que verse a este hombre singular ante el impacto que la Unión Soviética da, como una claridad mayor en la historia humana. Porque podría esperarse, tal vez, por los mal intencionados, y por los interesados que este escritor, surgido de disciplinas torturadas, al llegar a la Unión Soviética hubiera retrocedido en vez de avanzar, como lo hizo: hubiera retrocedido hacia las telarañas de la literatura y de la diplomacia que he descrito. Hubiera así complacido a docenas de poetizoides falsamente esquizofrénicos, a decenas de diplomáticos condecorados; hubiera satisfecho el ansia voraz de la burguesía, que busca en cada visitante de la Unión Soviética la confirmación de las calumnias que ella misma crea.

Y de aquí que este intelectual de finísima contextura, que este diplomático de un pequeño país, casi invisible en el mapa del mundo, se atreva a decir su verdad y escribe este libro inquietante para los empresarios de la guerra fría y que por tanto ha sido fríamente silenciado. Es el libro de un verdadero y alto escritor y de un hombre honrado, por eso se le relega al silencio. No lo encontraréis en los salones dorados y vacío de la diplomacia latino-americana. Allí solamente se lee el “Readers Digest”.

La Unión Soviética, a pesar de la jauría, cada vez más amenazadora en sus aullidos, sigue siendo para nuestros pueblos el valuarte de la paz y de la creación. Con más razón en estos días. La guerra saca su rostro desde las fábricas de armamentos, mostrando la bomba atómica como la culminación de la cultura capitalista. Los hombres de todas las naciones nos agrupamos en torno a la Unión Soviética para cantarla y defenderla.

Este libro es un canto y una defensa de la gran nación que amamos. Tendrá, por eso y por la clarividencia iluminada de su autor, larga vida y eco sonoro, a pesar del silencio que no puede apagar su canto.