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Nota de La Voz del Interior sobre Caleta Olivia

13.9.04

En la cruda Patagonia

Por Sergio Carreras Enviado Especial.

Tres minutos de taxi bastan, si se parte desde el centro de la ciudad, para perderse en una instantánea desértica. Pajonales secos, piedras, espinas y miles de bolsas plásticas secuestradas por el viento son el paisaje que oculta, detrás de una lomada, al mar azul que se queja a pocos cientos de metros y al perfil módico y silencioso de Caleta Olivia. Vista desde una loma que oficia de mirador, la ciudad de entrada al norte de la provincia de Santa Cruz se revela modesta: sobre un paño amarillo estepa, los techos metálicos multicolores de las casas parecen fichas arrojadas por un apostador desprolijo.
Resalta, blanco, el único edificio en altura, por allá una cancha de fútbol y el conmovedor pero vano intento de la naturaleza local por oponer algunos árboles a la afeitadora doble hoja que el viento desliza perpetuamente sobre ellos. “Capital regional del carnaval patagónico” dice el enorme cartel crucificado junto a la ruta nacional 3, y uno hace esfuerzos por imaginar esas calles con sucundún, papel picado y glúteos con brillantina, pero no hay caso, no sale.
En el restaurante del hotel El Hueso Perdido, el mozo nos dice que desde que la privatización le puso la lápida a la petrolera estatal YPF, la vida está cada vez más dura en Caleta. Y después nos pasa una factura de 47 pesos por dos platos de tallarines.La placita del puebloAlgunos pueblos se conforman con tener una plaza con próceres ecuestres, con arbolitos autóctonos, alguna calesita. Caleta Olivia tiene, en el centro de su pecho urbano, 20 tanques oscuros y gigantescos llenos de petróleo crudo hasta las orejas. Es la playa de Termap, la empresa Terminales Marítimas Patagónicas, operada por las tres grandes petroleras de la región: Repsol YPF, española; Vintage Oil, estadounidense; y Pan American Energy, propiedad de la inglesa British Petroleum y, en menor proporción, del grupo argentino Bridas.
Todo el petróleo que se extrae desde los pozos abiertos en el norte santacruceño va a dar a esta planta, conectada a una boya flotante por medio de un conducto submarino, a la que vienen a prenderse los barcos tanques que transportan el crudo hacia las refinerías de Argentina y del extranjero. Así es que las caletenses románticas y sus novios pueden salir a pasear por las mañanitas y ver cómo aparece el sol entre las cacerolas negras de la planta, capaces de contener 220 mil metros cúbicos de crudo que deben alcanzar, suponemos, para pintar color asfalto a media cordillera de los Andes. A la planta de Termap ingresan diariamente 20 mil metros cúbicos, y hay barcos capaces de llevarse de una sola vez el ingreso completo de ocho días: 160 mil metros cúbicos que demoran media semana en digerir hacia sus bodegas.Solamente Repsol, empresa que obtiene en territorio argentino poco menos del 70 por ciento de su producción total, consiguió ganancias por 2.545 millones de dólares durante 2003. Y no fue un año de los mejores. Pese a esto, los caletenses, impiadosos, empezaron a mostrar sus grandes ambiciones: querían trabajo.
La pandilla molotov Orializ Medina es menudita, chiquita y todo en ella parece haber sido hecho para ser descrito con diminutivos. Hija de un ex empleado de YPF, es bisabuela a los 57 y tiene nietos e hijos como para hacer patria. Pero si uno la mira bien, o sea de costado, descubre que más vale estar atento o la enana es capaz de meter en cualquier momento un puntapié en las zonas antirreglamentarias. A Orializ le encanta decir que es piquetera. Lo dice con la misma satisfacción con que una divorciada presumiría de su nueva vida amorosa.El mes pasado, junto a otros 114 desocupados de Caleta Olivia, Orializ se metió de prepo en la playa de los tanques de crudo. Corrieron a los guardias, después a los gendarmes y al final hasta despacharon al encargado de mantener en funciones el vital sistema antiincendios. Armaron carpas en las oficinas, pusieron a a calentar guisos en una olla gigante y pusieron a secar las toallas húmedas sobre los monitores de las computadoras. Mientras esperaban que los empresarios de las tres compañías se decidieran a darles lo que pedían, un buen remunerado trabajo de petrolero, se entretuvieron armando molotovs que abandonaban, como al descuido, al lado de los tanques más gordos. Algunos subían por las escaleras hasta el techo de los recipientes, con bidones llenos de querosén de los que colgaban trapos embebidos. Y cuando los periodistas, detrás del alambrado de la planta, les preguntaban si era cierto que pensaban hacer explotar el mundo en caso de no ser complacidos, ellos, en temeraria pose de cowboys, encendían un cigarrillo y solamente los miraban.Un directivo vinculado a Termap, cuyo nombre no aparece debido a su propio pedido, semanas después seguía escandalizado. “Quemaron cubiertas en la entrada de la planta, siendo que es una zona ventosa y una sola chispa bastaba. Se pararon arriba de los tanques y tomaron fotos con flash, pese a que ahí no se puede operar ni una calculadora ni nada que tenga baterías, si no se quiere volar al demonio.
Esto no es como tomar la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, esto es petróleo”. Justamente porque no es agua mineral ni cabernet, luego de 10 días de ducharse en el baño del director de la planta los piqueteros festejaron. Y prendieron otro cigarrillo.Brazos vacíosMientras estuvo copada por los desocupados caletenses, la playa de tanques dejó de recibir crudo desde los pozos y de suministrárselo a los barcos. Perdían dinero, muuucho dinero, los gobiernos municipal, provincial y nacional, pero especialmente las petroleras. Justo cuando el precio internacional del barril de crudo batía récords olímpicos: 50 dólares.Los tanques que las empresas tienen en los pozos de extracción apenas les bastan para depositar la producción de cuatro o cinco días. Si pasado ese tiempo no pueden derivarla a la planta de Caleta, deben paralizar el trabajo, lo que les significa un agujero millonario. Gracias al mercado mundial del petróleo, los piqueteros se retiraron de la planta con un subsidio de 700 pesos mensuales, más 400 pesos en tickets pagaderos por las compañías, que además se comprometieron a capacitarlos y ponerlos a trabajar en la especialidad. Días antes, otro grupo de manifestantes que se habían negado a tomar los tanques y optaron por jugarla de buenos, también obtuvieron sus 700 pesos al mes. Esos pesos arrancados a fuerza de piquetes, y no las molotovs, fueron el fósforo que hoy hace arder a Caleta.
La ciudad, con 37 mil habitantes que la colocan en el segundo lugar en importancia de la provincia, tiene la friolera de 3.700 empleados públicos –el 10 por ciento exacto de la población– sumando fijos y contratados. Para enfriar una desocupación calculada arriba del 20 por ciento, sostiene además a 1.800 beneficiarios de diversos planes sociales, algunos de los cuales implican un subsidio mensual de 150 pesos, a cambio de trabajos comunitarios, que deja a sus clientes muy lejos de lo conseguido por quienes tomaron la planta petrolera.Así fue como, pocos días después del fin del piquete en Termap, los beneficiarios de los planes más un grupo de desocupados, coparon la Municipalidad con dos reclamos perentorios: pase a planta permanente y 700 pesos de sueldo, igual que los piqueteros. A ambas cosas las querían en 48 horas. Bloquearon las salidas del municipio y encerraron al intendente Fernando Cotillo. Consiguió escapar gracias a un operativo comando estelarizado por la Policía. María Elena Ossés, madre separada y con cinco hijos, vecina de la planta petrolera, era una de las que bloqueaba las salidas: “Llevamos 10 años trabajando en negro para la Municipalidad bajo el disfraz de los planes sociales. Ahora queremos trabajo”.Al mismo tiempo, el conflicto del norte santacruceño incluía cortes de ruta en Pico Truncado y usurpaciones de planes de viviendas en Las Heras, las dos ciudades más cercanas a Caleta, hermanas de sangre petrolera. “Se comunica a los nuevos grupos piqueteros que ya está desocupada la playa de tanques para poder ir a tomarla”, bromeó la revista local El humor de la semana. A los pocos días del incidente en el municipio, piqueteros tomaron, otra vez, la planta Termap.Es duroCaleta flota sobre un plato sopero de petróleo, pero la nafta que usan sus automóviles llega desde Buenos Aires, porque la región no cuenta con una planta de refinamiento de crudo. Caleta extrae montañas de calamar, merluza, langostinos, pero es imposible conseguirlos en las góndolas de los supermercados de la ciudad y si aparecen en la carta de algún restaurante tienen precios como para que sólo los paladeen los turistas. Toda la producción se va, directamente y congelada, hacia estómagos europeos, estadounidenses y japoneses.
El viento arroja el olor a pescado hacia las calles del centro, donde reina el Gorosito, la estatua de un obrero petrolero de 13 metros de altura, punto de referencia urbano. Es el mayor monumento a un trabajador que existe en Argentina. Está justo acá, en Caleta Olivia, con los músculos de cemento congelados, parado, inmóvil, duro, igual que la ciudad.