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"El control de Internet lo tiene la gente y si no añadimos valor, sobramos"
22.9.10
El famoso bloggero, Jeff Jarvis, es Profesor de periodismo en la City University de Nueva York y define a Internet como un "sitio" y no un medio de comunicación. Jarvis está convencido de que los grandes medios de comunicación no comprenden el paradigma de la web y dispara: "Ven una página como si fuera la de una revista, y no lo es; no tiene nada que ver". El bloggero es un militante de abrir los contenidos en la red y fue uno de los primeros periodistas que publicó en Internet una bitácora sobre el atentado al WTC el 11 de septiembre del 2001.
MADRID (El País) -
Cuando a Jeff Jarvis
(*) le fue diagnosticado un cáncer de próstata y de pene, no se le
ocurrió otra cosa que contarlo abiertamente en su blog. Sí, ¿por qué
no?, pensó. Por qué no reflejar aquello que le estaba ocurriendo, por
qué no compartirlo con sus seguidores en buzzmachine.com, su bitácora,
una de las más demoledoras con los grandes grupos de comunicación, con
los resistentes al cambio, con los "dinosaurios" de la era
impresa.
El 10 de agosto de 2009 lo contó. Como cuenta él las cosas, sin
pelos en la lengua.
La cuestión de la privacidad es uno de sus nuevos caballos de
batalla. Considera que los que agitan el fantasma de la pérdida de
privacidad limitan las posibilidades de crear comunidad en la Red. "La
privacidad es como una especie de paraguas que usamos ahora para
esconder nuestros miedos a las nuevas tecnologías", espeta, erguido en
la butaca de su despacho en la City University de Nueva York (CUNY).
El bloguero Mark Dery le acusó entonces de compartir
demasiado en la Red por hablar tan abiertamente de su enfermedad.
Sí, es la única persona que me ha criticado por hablar
abiertamente de mi cáncer de próstata y de pene. Esa noción de compartir
demasiado es una crítica. Viene a decir que no quiere saber eso de mí:
"Compartiste demasiado". La respuesta es fácil: "No me leas". Lo que le
pasa es que Dery tiene una visión mediática. La gente de los medios
vemos Internet como si fuera un medio; esperamos que actúe como un
medio: producido, editado, pulido, limpio, controlado. Pero Internet no
es un medio; es un sitio. Internet es sociedad, un espacio donde nos
conectamos con los demás; con información, con acciones, con
transacciones. Hay gente buena, gente mala, gente inteligente, gente
estúpida. Internet es vida, la vida es desordenada, y así es Internet,
desordenado. Y eso es lo que gente como Dery no puede entender ni
soportar. Ven una página como si fuera la de una revista, y no lo es; no
tiene nada que ver. Es también el problema de los grupos de
comunicación: siguen creyendo que Internet debería operar como su
industria. No. El control de Internet lo tiene la gente, es de la gente.
Ahí somos invitados, y si no añadimos valor, sobramos.
Así es Jeff Jarvis. Agudo y certero en sus dardos. Irónico cada vez
que la ocasión lo permite. Incorrecto. Como decía hace unas semanas Bill
Keller, director de The New York Times, un hombre al que le gustan los
grandes pronunciamientos. Como dirían las más de 100.000 personas que
visitan su blog, o las más de 42.000 que siguen sus mensajes en Twitter,
una referencia.
Jarvis, en cualquier caso, es de los que no dejan indiferente a
nadie. Circunstancia esta que cultiva con ahínco.
Llegan ecos de sirenas y cláxones a su despacho en la escuela de
periodismo de la Universidad. Estamos a un par de manzanas de Times
Square, en el corazón de Nueva York. A sus 56 años, Jarvis se dedica a
sus clases, a sus negocios -el sitio web Daylife-, a su blog y a animar
el cotarro. Estuvo a punto de estudiar para abogado, pero lo dejó al
darse cuenta en el periódico del colegio de que tal vez podría vivir de
escribir. Trabajó durante años en televisiones y periódicos, en el
Chicago Tribune, en el San Francisco Examiner. Fundó la revista
Entertainment Weekly hace 20 años. "Soy un tío de papel, con barba
blanca", bromea, recordando sus inicios. El 11-S supuso para él el
salto del mundo impreso al mundo web.
Jeff Jarvis se encontraba a una manzana de la Torre Sur cuando esta
se derrumbó el día del fatídico atentado. Ni corto ni perezoso, se puso
manos a la obra y empezó a entrevistar a todos los protagonistas
directos a los que tuvo acceso; algo que, confiesa, su mujer aún no le
ha perdonado. Envió como siempre su crónica, pero se dio cuenta de que
le habían quedado fuera tantas cosas que contar... Así que menos de una
semana después del atentado abrió su primera bitácora. Desde entonces,
está enganchado. "Esto me enseñó un nuevo modelo de cómo los medios
deberían operar: más como una conversación y un proceso que como un
producto. Pero todavía no me he hecho del todo a la idea del alcance del
cambio que vamos a ver".
Sobre su mesa, un Mac portátil -ordenador Macintosh-, un Mac de mesa,
dos iPhone y un iPad empaquetado. Uno de los últimos gestos-espectáculo
de Jarvis antes del verano fue colgar un vídeo en el que, despotricando
del iPad, devolvía a la tienda Apple su tableta. Jarvis sostiene que el
iPad es retrógrado, que vuelve a considerar al público como una
audiencia en vez de como a gente que comparte y participa del proceso.
"Los directores de periódicos están encantados usando el iPad, ven la
oportunidad de recuperar el control que han perdido. Pero ya no hay
vuelta atrás. La gente se ha acostumbrado a navegar. No va a funcionar.
Si la tableta no te permite enlazar, tener Google, añadir comentarios,
pierde todo lo sexy de Internet".
Rosental C. Alves comentaba hace poco en Lisboa que se
hallaba en una especie de crisis existencial. Acostumbrado a ver
auditorios de periodistas asombrados ante los grandes cambios que él
vaticinaba, ahora ya ve que la gente ha asumido la revolución digital.
¿Le ocurre a usted algo similar?
Tiene razón. Hubo un tiempo en que gente como Rosental y yo
empezamos a hablar de los cambios que veíamos venir y fuimos condenados y
pateados. Ahora ya no. Lo que vemos ahora es la dura realidad del
negocio de las noticias que nadie puede negar. La resistencia que vimos,
el esfuerzo de proteger el pasado, no se ha ido del todo, sigue ahí.
Pero el cambio es inevitable, es enorme y está encima de nosotros. Y lo
que vemos ahora son empresas mediáticas más desesperadas que nunca
pensando qué hacer con todo esto, tal vez, demasiado tarde.
¿Demasiado tarde por qué?
He pasado muchos años en este negocio, he trabajado duro para
mantenerme al día, y pienso que algunos aún pueden reaccionar. Pero el
cambio, en muchos casos, será demasiado grande y doloroso. En Washington
está The Washington Post, uno de los mejores periódicos
norteamericanos, y nuevos sitios web como Politico o tbd.com, dirigido
por Jim Brady, que compiten en la cobertura de la
política. Estos nuevos sitios trabajan con dos docenas de reporteros,
construyen una red de colaboradores y blogueros y se aprovechan de todas
las ventajas de la economía de Internet; una de ellas, hacer las cosas
sin coste. "Haz lo que mejor sabes hacer y enlaza lo demás", esta es una
de mis frases baratas para presentaciones en PowerPoint. Trabajando en
red, colaborando, se ahorra dinero, se funciona con eficiencia. Cuando
The Washington Post saque una gran historia, Brady proporcionará el
enlace a esa gran historia. O sea, él opera con pocos costes. ¿Cómo va a
redimensionarse The Washington Post, con 745 periodistas en su
redacción, en este nuevo mundo eficiente? Es caro y, culturalmente, muy
complicado. El coste de redimensionar el negocio, de perder empleados,
de quitarse de en medio activos, es alto. Va a ser muy difícil para
algunas grandes instituciones cambiar lo suficiente; y mientras tanto,
van a emerger nuevos emprendedores que verán las oportunidades de
negocio para irrumpir.
Jarvis habla rápido, devorando sus propias palabras. Sus frases se
atropellan intentando seguir en vano el ritmo de sus ideas.
Hay quien dice que los medios tradicionales pecaron de
arrogantes en la conducción del debate público.
Al principio era una arrogancia natural que provenía de los
medios de producción y distribución. "Yo, editor, tengo acceso a
publicar; tú, no; yo decido qué se publica, esto se convierte en mi
responsabilidad, no en la tuya". Y los medios se tomaron su
responsabilidad muy en serio. En ese punto del proceso, no era
arrogancia, era necesidad. La arrogancia llegó cuando ya todos pudimos
publicar. Y lo que vimos, y seguimos viendo, son periodistas mirando por
encima del hombro a esos blogueros y a sus lectores. Es peligroso
colocarte por encima de tu público. Pero todo eso responde al miedo al
cambio.
Bueno, los blogueros también deciden, ellos solos, lo que van
a publicar y lo que no, y cuál es el tema del día.
Sí, totalmente.
O sea, que la arrogancia también puede trasladarse y de hecho
se traslada a algunos blogueros...
Sí, por supuesto. He visto a blogueros mirando por encima del
hombro a los viejos dinosaurios de los medios tradicionales, y eso
también es peligroso.
Dice usted que, en periodismo, el valor ahora es la selección
e intermediación en vez de la creación. Para que haya intermediación,
hará falta que alguien cree algo, ¿no?
Desde luego. Pero hay necesidad de ambas cosas. En un mundo de
hiperabundante oferta de contenido, lo caro no es crear el contenido,
sino encontrar el mejor contenido. No es que sea gratis crearlo, pero
hay tanto que elegir que la selección se convierte en una gran
necesidad. Y ese es un papel editorial. Los periodistas nos convertimos
más en seleccionadores de información que en creadores de información.
El otro hecho económico es que hay dos maneras de añadir valor en
Internet. A la gente no le gusta oírlo, pero yo suelo decir que es la
economía de la tinta frente a la economía del enlace (en inglés, ink
versus link). En la economía del enlace es el enlace el que aporta
valor: un contenido sin enlace no tiene valor, nadie lo ve; gana valor a
medida que genera enlaces.
Jarvis explica que The Huffington Post, enlazando a un contenido de
The New York Times, le aporta audiencia. Y argumenta que son los medios
los que deben buscar la manera de monetizar esa audiencia; poniendo
publicidad, por ejemplo, en esas páginas; y tal vez compartiendo los
ingresos del anuncio con The Huffington Post. "Es un modelo de negocio
muy distinto del modelo tradicional de contenidos. Son distintas
estructuras económicas".
Rupert Murdoch afirma que los que agregan contenidos son
plagiarios.
Murdoch está intentando buscar un culpable por su falta de
estrategia. Murdoch recibe visitas de enlaces de la gente, de búsquedas
de la gente... Si los medios no encuentran la manera de monetizar eso,
es su culpa. Si Murdoch dice a la gente que es inservible, ese es su
peor negocio.
Jarvis tiene respuestas para todo. Escribe a diario en su bitácora,
imparte sus clases, sus conferencias, así que ante cada pregunta parece
que abriera el cajoncito mental correspondiente y sacara su respuesta,
siempre articulada, meditada, escrita, previamente blogueada.
Sostiene que el papel aguantará poco. "Algunos periódicos en
grandes mercados pueden morir, pero creo que algunos se están disparando
a sí mismos". Dice que los diarios están inmersos en un proceso de
adelgazamiento y que cuando se reduzcan los ingresos por publicidad
dejarán de imprimir. "Google comparte riesgos con los anunciantes
(por clics), la prensa tradicional no. Tiene éxito con los anunciantes
porque les ofrece un mejor trato".
El año pasado publicó ¿Y Google cómo lo haría? Ahora está preparando
otro libro: Private parts. Privacy on the Internet. La tesis: demasiada
privacidad conduce a una pérdida del sentido de comunidad. Aunque
crítico con la manera de operar de Facebook, da la batalla con el asunto
del miedo que generan las redes sociales por la cuestión de la
privacidad. Un miedo que le recuerda al que desencadenó el nacimiento de
la cámara Kodak. Fue la primera vez que la cuestión de la privacidad
llegó a instancias legislativas en su país, en 1890, según relata. Entre
1890 y 1910, la gente que poseía esas cámaras eran los llamados
kodakers y eran expulsados de los parques en Washington: "Asustaron
al mundo: ¡esa cosa nueva podía captar nuestra imagen y usarla! Ahora
todos nos paseamos con cámaras. Está bien tener miedo al futuro y
perderse en debates; pero el peligro es que te cierras a nuevas
oportunidades".
Ron Rosenbaum, columnista del sitio web Slate, dice que usted
se ha convertido en el jefe de los pontificadores y que no tiene
corazón cuando habla tan duramente de los reporteros, los escritores y
los generadores de contenidos.
Sí, ese hombre tiene un problema conmigo [suspira]. ¿Qué se
supone que debo hacer, llorar un galón de lágrimas?, ¿qué añade eso? Yo
no he creado esa economía del enlace, estoy intentando describirla; es
una realidad, y estoy intentando ver cómo se enfrenta uno a esa
realidad; protestar ante lo que viene no te lleva a ningún sitio;
gimotear, tampoco. La gente tiene que enfrentarse a su nueva realidad.
Por eso enseño periodismo en la CUNY, hago cosas por los estudiantes,
les entrenamos para que emprendan nuevos negocios. Esto es mucho más
productivo que unas cuantas lágrimas.
(*) Bloguero y Profesor de periodismo en la City University de Nueva
York
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