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El apocalipsis visto por La Nación y otros

6.3.10

Diario “La Nación” 19/02/2010
“Marzo se avecina como un monstruo para los Kirchner. De acá a 10 días, pueden perder el manejo de las dos cámaras del Congreso; la oposición quiere empezar a desarmarles su "modelo" con una catarata de leyes; el campo amenaza con paros; los gobernadores están en rebeldía por la sequía de fondos; los piqueteros anuncian marchas masivas; peligra el Fondo del Bicentenario; los precios no paran de subir...”

Este es el escenario que está elaborando el enemigo, no oculta las acciones que considera adecuadas para poner al gobierno de rodillas, y lograr una derrota política de los sectores populares, similar a la del setenta, no es contra los Kirchner, es contra la posibilidad de que nuestro pueblo, estructure un organización que exprese legítimamente sus intereses, y ponga en evidencia el carácter elitista de la oposición y sus estrechos intereses con los sectores dominantes.
Al enemigo no le interesa derrotar al gobierno electoralmente, le interesa derrotar la gestión política del estado, el grado de autonomía que ha alcanzado, la política exterior destinada a consolidar la integración latinoamericana, la irreverencia ante los organismos internacionales de crédito, la ausencia de estos en el diseño de políticas que favorezcan los procesos de saqueo en el país, la reducción del gasto público para volver más regresiva la estructura impositiva, o más participativa y rentable la obra pública.
Hay una cuestión que un conjunto de compañeros se niega a admitir; todo lo que se hizo y nosotros valoramos, no tiene igual valoración para la mayoría de nuestro pueblo, apelar cotidianamente a la memoria tampoco corrige la situación. Podemos repetir y escribir no menos de treinta decisiones políticas trascendentes en este proceso, que inobjetablemente favorecieron los intereses populares, se pueden inaugurar cien escuelas en marzo, y obras todos los días, y nada de ello revierte la caída en el consenso popular.
Es hora de admitir que en la disputa de sentido, sobre los hechos del gobierno, el enemigo nos ha ganado la batalla, todo lo que haga este gobierno, no importa en cuanto beneficie al pueblo, tendrá como lectura que es para sostenerse en el poder, favorecer a sus amigos y sus intereses personales, siempre habrá algún medio de comunicación que le confirme lo que piensa. Este es el discurso que ha triunfado el 28 de Junio y es la creencia con la que se construye el consenso del antikirchnerismo.
Esta afirmación no es el resultado de una racionalidad deductiva, es un dato empírico, que se verifica cotidianamente en el territorio y los espacios de trabajo, con personas que se han vuelto refractarias al análisis del proceso y las decisiones adoptadas por el gobierno.
Desde la oposición se vuelve a instalar el discurso liberal, la crítica al gasto público, la falta de credibilidad externa, el retorno al FMI que nos financia a tasas bajas, la inflación como resultante de la política oficial, el INDEC, como prueba que atribuye la responsabilidad al gobierno.
Toda la voluntad política e inagotable capacidad de pelea, de los compañeros Kirchner, es un enorme esfuerzo dedicado a centenares de batallas tácticas, que no logran quebrar el consenso construido por la oposición. Las respuestas cotidianas en el escenario mediático le otorgan la iniciativa al enemigo, la política de la billetera en el plano institucional, no construye consensos en la sociedad y acumula rencores en la dirigencia política, otorgando representatividad a los valientes que se oponen; las escenografías disciplinantes del PJ, tributa al consenso que construyó la oposición sobre el ejercicio del poder, donde las expresiones de lealtad hacia Kirchner, evidencian la ausencia de proyecto político; el dialogo con los responsables del proceso inflacionario es un indicador para la sociedad, de que la responsabilidad está en el gobierno, y no en los formadores de precios.
El aliciente de que la oposición tiene como mínimo cuatro ofertas electorales, sirve de muy poco, si en realidad, el objetivo del enemigo es poner al gobierno de rodillas y derrotar la gestión política del estado. Se puede seguir con la estrategia del paso a paso, y arribar en las mejores condiciones posibles al proceso electoral, pero en ello hay una mirada inocente sobre las acciones que desplegará la oligarquía, y la embajada, para neutralizar y derrotar las iniciativas en la gestión política del estado.
Resolver la situación requiere, interpelar a la oposición y a la oligarquía, desde los intereses legítimos de nuestro pueblo, expresar las reformas estructurales que se necesitan y las determinaciones que tienen en la vida cotidiana de nuestros compatriotas, reunir toda la fuerza política que apoya este proceso y colocarla como instrumento de nuestro pueblo, para canalizar las demandas populares, de manera tal que las iniciativas políticas, cuenten con la organización y movilización popular que relegitime los liderazgos.
El modelo económico, en términos políticos esta agotado, acumula fuerzas del lado del enemigo, si no se abandona el criterio del capitalismo en serio, y se reposiciona desde un modelo visceralmente peronista, seguirá expresando intereses de manera contradictoria, y otorgando un amplio margen de maniobra a la oposición política sobre esas contradicciones.
Es hora de relanzar un plan quinquenal, que proyecte el proceso más allá de la coyuntura del 2011, donde se establezca la resolución de la distribución de riqueza, desvincular los precios relativos locales del mercado internacional, recuperar la soberanía monetaria, el crédito al consumo popular y la inversión que lo satisfaga, se resuelva de manera estructural la cuestión agraria, desplazando a los actores que desde la concentración económica, controlan la actividad, resolver la sustentabilidad de las poblaciones urbanas con agregación de trabajo local sobre los consumos, reestructurar el sistema de salud desde una política nacional, erradicar el déficit habitacional, recuperar los controles sobre los sectores estratégicos de la economía, desarrollar conciencia en la defensa nacional ante el ataque Ingles sobre nuestros recursos naturales.
Estas y no otras deben ser las herramientas con las que debe contar una fuerza política para vincularse a la sociedad, e interpelar a la oposición, desde un modelo de Nación. No es la billetera que acciona a un gobernador para que los legisladores aprueben una iniciativa, debe ser el pueblo de cada provincia el que exprese sus intereses y se movilice frente a quienes lo representan.
El cinco de marzo vamos a ser muchos militantes con mesas en las calles, pero no es lo mismo distribuir un volante diciendo lo que hicimos, y expresando nuestra adhesión al gobierno, que distribuir un volante diciendo que país queremos, contra quienes confrontamos, que intereses están en juego y convocar a organizarse desde las demandas legítimas del pueblo.
Es una chiquilinada hacer un acto en La Plata, porque Bruera decidió organizar una línea interna del PJ; fuera de La Plata, a pocos le interesa lo que hace Burera, y dentro de La Plata, lo único que hace es revitalizar el antikirchnerismo, sería muy distinto si el escenario fuese, para satisfacer demandas populares que nuestra fuerza política hubiese organizado, en esto se relegitiman liderazgos.
Muchos han expresado, que para recuperar el liderazgo de Kirchner en la sociedad, hay que profundizar el modelo, todos entendemos que ello implica expresar de manera más contundente los intereses populares, frente a la oligarquía, y acompañarlo con las iniciativas políticas e institucionales que ello requiera, y con la movilización popular que lo legitime.
Si por el contrario se considera que profundizar el modelo, es mantenerse expectantes de las iniciativas que toma el gobierno y salir corriendo a explicarlas, difícilmente derrotemos el sentido que le atribuirá el enemigo en los escenarios mediáticos, ya que las conciencias se despliegan en los protagonismos de los pueblos y en las construcciones de sujetos colectivos.
Si no se puede recuperar el discurso donde se resitué la centralidad del hombre, la condición humana como compatriota, y la autodeterminación del pueblo sobre los intereses de las minorías; el discurso sobre el crecimiento de la economía, pasa a ser un dato empírico de los beneficios que obtiene la oligarquía.
Fuente: Compañero de la Militancia