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De peón a habitué del taxi aéreo

10.2.11


COMO CONSTRUYO SU FORTUNA EL CONDUCTOR DEL GREMIO DE TRABAJADORES RURALES (UATRE)

De peón a habitué del taxi aéreo

Gerónimo “Momo” Venegas, el sindicalista que trató de mediar en el conflicto agrario, dirige un gremio donde el trabajo en negro supera al blanqueado. Gasta cuatro mil dólares por semana en volar a Necochea para controlar una obra millonaria de Uatre.
 Por Gustavo Veiga

Alguna vez fue un changuito rural. Y conoció las duras faenas del campo como fileteador, aprendiz de herrería, boyero, ordeñador, esquilador, peón, alambrador, tropero, palero y estibador. Todo eso junto, según sus propias palabras.

Hoy, a los 66 años, Gerónimo “Momo” Venegas conduce las 62 Organizaciones Peronistas, el sindicato Uatre (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores), el Renatre (Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Empleadores) y también ocupa la Secretaría de Interior en la CGT. 

Todo eso junto, según su biografía. Pero así como abundan los antecedentes de su dura infancia y de una adultez más desahogada, poco se sabe de cómo construyó su poder y su fortuna este dirigente sindical que intentó mediar en el conflicto entre el gobierno nacional y las entidades rurales.

El Momo no parece ser un hombre de perfil alto, a no ser cuando viaja a su pago chico, la ciudad balnearia de Necochea, donde nació el 22 de agosto de 1941. Allí suele entretenerse en su último emprendimiento, el centro turístico termal Médano Blanco. Todos los fines de semana viaja desde Buenos Aires en un taxi aéreo que cuesta cuatro mil dólares (ida y vuelta) para supervisar esa obra en la que Uatre invertirá algo más de 20 millones de pesos para alojar a 400 personas en un predio de 42 hectáreas, que incluye una laguna y el casco de una antigua estancia. 

Venegas y la empresa Vector Construcciones SRL, que se adjudicó las tareas, descubrieron que en el subsuelo del campo hay aguas termales de 41º y propiedades curativas. La ubicación de Médano Blanco es inmejorable. Linda con la costa, 45 kilómetros al sur de Necochea. El más ambicioso de los proyectos turísticos de Uatre fue presentado en el salón cubierto de la Sociedad Rural local. Y Daniel Scioli, cuando aún era vicepresidente de la Nación, le dio su respaldo durante una visita en plena campaña electoral.
A Venegas, no obstante, le va mal en su ciudad cuando llega la hora de votar.

El candidato peronista al que apoyaba, Gastón Guarracino, perdió por 1003 votos con el actual intendente, el radical Daniel Molina (23.317 a 22.314) en octubre pasado. En 2003, y sobre todo en 2005, al Momo no le había ido mejor. Salió tercero detrás de la UCR y el Frente para la Victoria. 

Perseverante y pese a estar enfrentado con el municipio –se quejó de que pagará 300 mil pesos la mejora de un camino para llegar hasta Médano Blanco–, dice sentirse orgulloso de su “fabuloso proyecto de aguas termales que le ofrece a Necochea romper la estacionalidad con turismo todo el año y mejorar la calidad de vida con una verdadera oferta de salud”.

De su calidad de vida, Venegas no puede lamentarse. Tiene cómo sostenerla con numerosas inversiones en la ciudad balnearia. De todas, llaman mucho la atención cinco terrenos de medidas holgadas y que figuran como baldíos en el catastro municipal. El más costoso tiene una superficie total de 720 metros cuadrados (36 por 20), su valuación fiscal es de 218 pesos, está ubicado en la vecina Quequén, cuenta con alumbrado público y su número de partida provincial es 98.345. Otro asciende a 174 pesos y también figura como baldío en Quequén (la partida es 98.344). Los tres restantes se encuentran en Necochea y valen lo mismo: 166 pesos cada uno. Una bicoca por 112 metros de frente en cada caso (partidas 2002, 2005 y 2006).

Los cinco terrenos baldíos están a nombre del dirigente gremial y no registran deuda con el fisco bonaerense. En cambio, Venegas no posee propiedades a su nombre en la ciudad, ni siquiera donde recibe las tasas que abona puntualmente en la calle 61. En varias casas de su Necochea natal, las que figuran como dueñas son Sonia Pamela Venegas y Jolani Venegas.

El Momo pertenece a una gran familia. Tuvo ocho hermanos, pero no conoció a su padre. En su terruño le atribuyen mucho más que las cinco parcelas baldías. Cuentan que son suyas La Gauchita, una estancia que explota el turismo rural y galerías comerciales ubicadas en las calles 64 y 61. Esto es difícil de probar. Y ocurre otro tanto con las habladurías que lo señalan como rentista del predio donde se está levantando el complejo Médano Blanco. En cambio, sí es sencillo probar la complicada situación de su gremio, que como el propio Venegas sostiene, “lucha contra una cultura de más de cien años de trabajo en negro, de mano de obra no registrada y de trabajo infantil”. 

En la Argentina, según datos actualizados de la Uatre, en el campo hay unos 900 mil trabajadores en negro y sólo 600 mil blanqueados. Sus ingresos promedian 1100 pesos más la vivienda.

Ahora bien, una proclama de buenas intenciones como la de Venegas se vuelve inocua cuando la ley que rige la actividad de los peones rurales continúa siendo de la última dictadura (es la 22.248, que permitió derogar el estatuto del peón de campo que impulsó Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión en 1944 y que reglamentó su primer gobierno en 1949). Esa norma ni siquiera contempla la jornada laboral de ocho horas y hasta habilita el pago del salario en especies.

Desde cualquiera de las organizaciones que integra el sindicalista (CGT, 62 Organizaciones, el Renatre o la Fundación Argentina para el Desarrollo de los Trabajadores Agrícolas) poco se logró para terminar con el Régimen Nacional de Trabajo Agrario ideado por José Alfredo Martínez de Hoz. Una de las máximas de la fundación que Venegas creó sostiene que deberá ser “capaz de abordar y brindar soluciones a todas aquellas problemáticas sociales que presenta el sector rural”.

El Momo, quien se ofreció como mediador durante el lockout agropecuario, puede que se sienta más cómodo cuando formula anuncios vinculados al esparcimiento de los trabajadores rurales. Lo demuestra su proyecto en Médano Blanco. “Desde que este secretariado se hizo cargo del gremio hemos puesto mucho énfasis para que el trabajador se tomara el descanso que corresponde. Para eso tenemos dos hoteles y un complejo recreativo en la ciudad de Necochea y dos hospedajes en la provincia de Córdoba para el descanso y recreación de nuestros afiliados”, dijo en uno de sus mensajes.

Uatre cumplirá veinte años en octubre y Venegas la conduce desde 1991, cuando lo eligieron secretario general. Su primer antecedente como militante del gremio data de 1968, cuando llegó al cargo de secretario de Actas, Prensa y Propaganda de la seccional Necochea. Allí permaneció hasta el golpe del 24 de marzo de 1976. 

Su biografía oficial señala: “Conoció, como miles de argentinos– la persecución, la cárcel por la defensa de sus ideales y la lucha clandestina”. En 1981 alcanzó la secretaría general de Uatre en su ciudad, hasta que diez años después accedió al máximo cargo en el ámbito nacional en un congreso donde lo votaron 191 de los 194 delegados presentes.

Venegas comparte la pasión por Independiente con Hugo Moyano, aunque en la política, y a diferencia del titular de la CGT, siempre estuvo más cerca de Eduardo Duhalde que del matrimonio Kirchner. Esa distancia que lo alejaba del ex presidente se ensanchó con Cristina Fernández de Kirchner. Un solo hecho basta para sintetizarlo. Su declamado papel de moderador durante el conflicto entre el Gobierno y el campo se difuminó con la decisión que adoptó uno de sus hombres de confianza, Mario Lastra, el secretario general de Uatre Necochea y líder de la CGT local. 

En un plenario realizado el 26 de marzo pasado, esa regional de la Confederación General del Trabajo apoyó con todo al lockout agropecuario y criticó con dureza el primer discurso de la Presidenta. Mientras tanto, Venegas pedía que las partes se sentaran “a una mesa de negociación” y, finalmente, con la cuerda tensada al máximo, decidió no ir al acto de la CGT en la Plaza de Mayo.