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La política de la amistad

30.5.14



Comparto con los amigos que me visitan la siguiente reflexión enviada por el Juanma y escrita por Sergio Micco (Doctor en Filosofía. Profesor de la Universidad de Chile. Miembro del Directorio del Centro de Estudios del Desarrollo):

La política de la Amistad
“I can’t get no satisfaction”


Introducción
Sabemos que nos acusarán de dementes si queremos ligar la política con la amistad. La amistad viene del amor y la política del poder. La amistad supone la gratuidad y la política el interés. La amistad es el encuentro y la política la confrontación. La amistad es la comunidad y la política la facción. Sin embargo, Aristóteles, el filósofo de la antigüedad, que tanto y tan bien escribió sobre la ciudad, señaló que la amistad era la que mantenía unida a la polis y cuando ella la habitaba, los ciudadanos no requerían siquiera de la justicia, pues ella es dar a cada uno lo suyo, en cambio el amigo da lo que no tiene a quien es objeto de su amistad. Por ello, escribamos sobre la crisis de la política de cara a la
amistad. Recordemos lo que de ella han dicho filósofos como Aristóteles, Cicerón y Kant.
A partir de estas reflexionemos queremos terminar declarando que sin amigos la vida no valdría la pena ser vivida y la política perecería ante la enemistad. Plantearé aquí quizás el más alto ideal de la amistad –y, por lo mismo, un ideal que yo no he alcanzado–.
Pero siempre es bueno recordar el ideal para así, criticándola, cambiar la realidad.

I.- La crisis de la política y de la amistadLa amistad es una de las experiencias más altas a las que puede aspirar la condición humana. La política, por el contrario, es una de las actividades más desprestigiadas en nuestro mundo occidental. ¿Quién no quiere tener un buen amigo(a)? Y, por el contrario, ¿quién querría tener por amigo a un político?
Y la pregunta es más compleja: ¿Hay aún espacio para la amistad y la política?
De la política mejor no hablar. Se la acusa de ser una actividad propia de corruptos, de seres ambiciosos, amigos del poder y de lo ajeno. Es de buen tono criticar a quienes se dedican a la política. Se ha dado el caso, propio de Macondo, de políticos de toda una vida, militantes de un
partido político, que se presentan a elecciones políticas como… ¡¡anti políticos!!
Basta con leer las encuestas, practicar un poco de cinismo y hablar mal de los políticos.
Ya no hay política. La ha reemplazado el escarnio público. ¡Pobre del que se meta en política: sale
trasquilado! Los compañeros, los que compartían el pan, y los camaradas, que compartían la cámara
haciendo de la política amistad, ya no existen.
Con los amigos pasa otra cosa. Todos queremos tenerlos. Sin embargo, vivimos en un mundo líquido
donde todo fluye, nada permanece. Zygmunt Bauman nos hace ver que todo se mercantiliza. A todo,
objetos y sujetos, le demandamos una gratificación inmediata e individual; todo es consumible y
desechable, incluso las relaciones amorosas o amicales. Pero de deseo en deseo, de satisfacción en
satisfacción, siempre vendrá la desilusión y el volver a buscar otro deseo del que gozar. Acaba de cumplir cuarenta y nueve años la canción (I can’t get no) satisfaction de los Rolling Stones, que denunciaba el alto grado de comercialización que la banda británica había visto en Estados Unidos. Su enseñanza, sigue, lamentablemente, vigente. Por el contrario, las relaciones no deben transformarse en objetos de consumo.
La amistad no sólo es posible: es imprescindible. A los amigos se les aprecia, pero ya no hay tiempo para ellos. Desesperados entre las angustias del trabajo diario, apenas nos queda tiempo para la familia. A nuestros hijos, cuando nos hemos atrevido a tomar la decisión de tenerlos, o la naturaleza la ha tomado por nosotros, apenas los vemos durmiendo cuando llegamos a casa por la noche. Y si no hay tiempo para los hijos, menos lo habrá para los amigos. Los chilenos declaramos trabajar semanalmente 52,8 horas, las mujeres lo hacen fuera de la casa 47,6 horas, y 42,2% de ellos declara que para ir del hogar al trabajo destina más de una hora al día.
¿Se acuerdan de los “terceros lugares”, esos espacios de intimidad y confraternidad distintos de la oficina y del hogar? Ya no hay tiempo para ellos, para la conversación gratuita, en un café, en una cervecería o en un pub. Sentarse alegremente y largarse simplemente a conversar, practicar ese rito simbólico que a la especie humana le tomó millones de años desarrollar. Es cierto que hoy nos juntamos en pubs y bares.
Pero no me deja de sorprender el estruendo de la música que sale de parlantes ruidosos, que a ratos nos obligan a hablar a gritos y que hacen imposible la intimidad de la conversación sincera, distendida y confiada. Parece que no nos interesara mucho conversar de verdad. Mención aparte dice relación con la forma en que consumimos alcohol. La OCDE nos acaba de informar que somos los latinoamericanos que más bebemos. Y quien bebe demasiado, remplaza la amistad por la agresividad o una sensiblería que degrada a quien la expresa e incomoda a quien la recibe. Por eso, es un grave error reducir la amistad sólo al placer de compartir. Eso está muy bien; pero si ella se agota ahí, no nos quejemos de que cuando se acabe el placer y vengan las desgracias, se termine también la amistad.
Hay otra clase de amigos: los que están unidos por un interés puesto en común. Socios son amigos que abordan una misma empresa, pero no hay amistad cuando nuestras conversaciones giran en torno a lo que debemos hacer en el emprendimiento común, llenándonos de conversaciones para la acción y de indicadores de gestión. Terminado el interés común, se acaba la amistad. Napoleón lo sabía bien: es en la desgracia cuando sabemos quiénes son nuestros amigos. Finalmente, los amigos de veras, esos que ante la corrupción del lenguaje son llamados los “amigos-amigos-amigos”, están unidos ciertamente por el placer y la utilidad, pero también por la benevolencia del amigo de veras, ese que sólo quiere el bien para su camarada, estando incluso dispuesto a sacrificarse por él, sin esperar nada a cambio. Amigos son los iguales, los próximos y los virtuosos que nunca abandonarán a su compañero y camarada, en medio del combate o de la derrota.
Si miramos con esos ojos a nuestras actuales relaciones sociales bien podríamos decir: “Amigos, ya no hay amigos”. La amistad ha sido reemplazada por la competencia y la soledad.
Y, sin embargo, ahora recordemos a Aristóteles, Cicerón y Kant, quienes vieron la profunda relación entre amistad y política.
II.- Filosofía, amistad y política
1.- Aristóteles le dice a su hijo Nicómaco: “Sin amigos nadie querría vivir”
El estagirita dedica un libro fundamental a Nicómaco. Algunos creen que es su editor. Otros piensan que lo escribió a su hijo de ese nombre. Se trata de un libro personalísimo donde habla de las virtudes, el amor y la amistad. Por ello me inclino a pensar que Ética a Nicómaco es un libro en que el filósofo quiere dejar lecciones de vida a su descendiente. Nada más noble en su propósito y nada más sabio en su resultado. El padre amoroso le dice a su hijo:
“Sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes; hasta los ricos y los que tienen cargos y poder parecen tener necesidad sobre todo de amigos; porque ¿de qué sirve esa clase de prosperidad si se la priva de la facultad de hacer bien, que se ejerce preferentemente y del modo más laudable respecto de los amigos? ¿O cómo podría tal prosperidad guardarse y preservarse sin amigos? Porque cuanto mayor es, tanto más peligra. En la pobreza y en los demás infortunios se
considera a los amigos como el único refugio. Los jóvenes los necesitan para evitar el error; los viejos
para su asistencia y como una ayuda que supla las menguas que la debilidad pone a su actividad; los
que están en la flor de la vida, para las acciones nobles: ‘Dos marchando juntos’, así, en efecto, están
más capacitados para pensar y actuar”.
2.- La copa de Alejandro Magno: Morir antes que desconfiar del amigo
El discípulo de Aristóteles, Alejandro Magno, escuchó a su maestro. Cuenta la historia que a causa de haber tomado un baño en las frías aguas del Cidno estando muy sofocado, la vida de Alejandro “el Magno” se consideró en grave peligro. Los médicos no se atrevían a administrarle droga alguna. Sólo Filipo de Arcanania, amigo de infancia de Alejandro, compuso cierta bebida cuyo poderoso y saludable efecto debía producirse inmediatamente. Mientras ésta se preparaba llegó a poder de Alejandro una carta de Parmenión, en la cual le aconsejaba desconfiar de Filipo. Le acusaba de estar secretamente entregado a Darío. Alejandro, sin manifestar emoción alguna, apuró la copa de un trago, entregando simultáneamente a Filipo la carta acusatoria, cuya falsedad quedó inmediatamente demostrada. Alejandro Magno conquistó occidente y oriente.
3.- Cicerón declara: “Una era la casa, uno el alimento y una la mesa”
Cicerón describe un diálogo de Lelio con sus yernos. Su mejor amigo acaba de morir. Es el momento
propicio para escribir una hermosa apología a la amistad. Cicerón dice, a través de Lelio, que espera que la memoria de su amistad sea eterna. Vana pretensión, todo lo humano ha de morir. Sin embargo, el logro de Cicerón no es menor. Dos mil años después sus palabras son recordadas.
En el recuerdo de su amistad goza en tal manera, que declara que ha vivido feliz porque vivió con Escipión, con quien tenía en común los asuntos públicos y privados. En la amistad con él encontró comunidad de sentir en los asuntos públicos, y consejo en los asuntos privados, descanso lleno de deleite. Para Lelio entre los amigos hay “fidelidad, integridad, ecuanimidad, liberalidad, y no hay en ellos ninguna codicia, liviandad, temeridad, pero sí una gran constancia”. La amistad es “el común sentir de las cosas divinas y humanas con benevolencia y amor”. Lelio se pregunta ¿Qué cosa más dulce que el tener con quien te atrevas a hablar como contigo mismo? De ahí que Lelio concluya que “con excepción de la sabiduría, los dioses inmortales no han otorgado al hombre algo mejor que ella (la amistad)”.
III.- Tres reflexiones para la política de la amistad1.- Sin amigos nadie querría vivir en la polis
Sin amigos la política se convierte en el más despiadado juego del poder. Amigos son dos caminando
juntos. Compartiendo lo público y lo privado. Quien ha participado en política sabe cómo ella es capaz de unir en las derrotas y en los triunfos; en las alegrías y en las tristezas en la tarea de la construcción del hogar público.
Sin embargo, muchas veces el poder y el dinero hacen saltar por los aires bellas amistades. Los que
resisten ante el dinero son débiles ante los honores. La traición existe entre los amigos. Todos lo sabemos.
Alejandro mandó a matar a Parmenión. Bruto apuñaló a César, quien lo consideraba un hijo. Cicerón había salvado previamente a sus asesinos Herenio y Popilio. Platón le dio la espalda a Aristóteles. Demóstenes huyó cobardemente de Queronea, abandonando a sus amigos. Judas traicionó a Jesús.
¿Demuestra lo anterior, como recuerda Diógenes Laercio, que “amigos, ya no hay amigos”? En ningún caso. Sólo nos recuerda que la condición humana es así: imperfecta, pero siempre perfectible por el amor, la virtud y, por cierto, por la benevolencia del amigo.
2.- Sin amistad la ciudad muere
Lo decía Aristóteles:
“Parece además que la amistad mantiene unidas a las ciudades, y que los legisladores consagran más
esfuerzos a ella que a la justicia: en efecto, la concordia parece ser algo semejante a la amistad, y es a
ella a lo que más aspiran, mientras que lo que con más empeño procuran expulsar es la discordia, que
es enemistad. Y cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia, mientras que aun
siendo justos necesitan además de la amistad, y parece que son los justos los que son más capaces de
amistad”.
Es bueno recordar lo anterior. En Chile hay altos niveles de desconfianza: La Encuesta Nacional
Bicentenario 2013 señala que sólo el 25% de los chilenos dice que puede confiar mucho o bastante en sus vecinos, y no más del 51% cree que se puede confiar de dicha forma en las personas que conoce
directamente. Y entonces surge la lucha de intereses contrapuestos que, de no ser temperada por la
justicia y la amistad, convierte al hombre en el lobo del hombre. Sin amistad cívica, nuestras ciudades se convertirán en jaulas de rejas, alarmas y calles cerradas.
3.- La amistad verdadera huye de la camarilla
Kant desconfiaba de la amistad. “Todas las cofradías son camarillas. Quien tiene amigos y poder es muy peligroso”. Los chilenos lo perciben. No sólo detestan en los partidos políticos sus eternas disputas internas. ¿No se dicen camaradas o compañeros entre ellos? se pregunta indignado el ciudadano. También desconfían de los grupos políticos que parecen sólo querer servirse del poder en su particular interés. Y la política debería ser el arte de gobernar la polis para el buen vivir de la multitud. El republicano reclama que los gobernantes se pongan al servicio de los demás y que siempre prime el interés general.
Pero, humildemente, Kant se equivoca. La amistad no es la camarilla del poder. Preferimos a Cicerón.
“Cuando se pide a los amigos algo que no sería recto obramos mal. (…) Nuestra dedicación a la persona de nuestros amigos no debe jamás arrastrarnos al mal. Sanciónese, por tanto, en la amistad esta ley: que no solicitemos cosas vergonzosas ni, solicitadas, las ejecutemos. (…) Sanciónese, pues, ésta, como primera ley de la amistad: que pidamos a los amigos cosas honestas, que hagamos cosas honestas en servicio de los amigos”.
IV.- Palabras finales
Volver a ser amigos es la clave. Y es tan fácil sentirlo. La próxima vez que nos encontremos, que nos
alegremos. Pero de verdad. No más sonrisas cortesanas. Sí abrazos sinceros y recriminaciones respetuosas cuando haya que hacerlas.
Ojalá nuestros líderes políticos practiquen la amistad cívica. Que la política de la confrontación
sea reemplazada por la política de la amistad cívica, esa sin la cual la polis moriría, como
efectivamente ocurrió en la Atenas de Pericles, la Roma de Cicerón y la Jerusalén de Herodes
Agripa. ¿Podía sobrevivir una ciudad que condenó a muerte al maestro de maestro Sócrates y obligó al exilio a Aristóteles?
¿Ingenuidad? ¿Pedante invocación a maestros de otros tiempos?
Nada de eso. Los partidos son organizaciones voluntarias. Nadie nos puede obligar a participar en ellas. Y si nos invitan a una reunión, que lamentablemente sigue siendo la actividad política por excelencia, donde sólo vemos trifulcas, descalificaciones y sólo la conclusión que hay que volverse a reunir, no volveremos más. Sobre todo en Chile donde vivimos agobiados por el trabajo. ¿Quién querría ver un programa de televisión a las diez de la noche, cansado como un esclavo al anochecer, donde dos políticos de la misma coalición se agreden por no sé qué pacto electoral?
Política de la amistad cívica: ¿Ingenuidad?
No. Es realismo.
Los chilenos lo exigen en todas las encuestas políticas y estudios cualitativos sobre el punto. Ya no quieren ver a los políticos confrontados entre sí, entre opositores o contra miembros de su mismo partido, sobre cualquier tema imaginable.
Hemos recordado a estos hombres sabios que unieron amor, amistad y comunidad cívica. Las mujeres, silenciadas por una historia de represión, lo sabían aún mejor. Ahora recordamos y les preguntamos: en sus años de vida pública ¿no han cultivado amistades y luchado por ideales que hacen de ella algo digno de ser vivido?
¿Qué estamos esperando para volver a practicar la amistad?